Los dos demonios (recargados)

Daniel Feierstein. Editorial: Marea, 2018.

La llamada “teoría de los dos demonios” surgió en los años setenta, se hizo fuerte en los ochenta con el regreso de la democracia y fue cuestionada a partir de los noventa. Esbozada en el famoso prólogo del Nunca más, consistía en condenar las dos “violencias” que habían convulsionado a la Argentina, un mismo demonio con dos caras: la violencia insurgente y la estatal. La versión original de los dos demonios fomentaba la equiparación para iluminar y condenar la violencia represiva. También colaboraba a exculpar a la sociedad que aparecía como víctima inocente de dos grupos violentos.
En el siglo XXI, resurge la teoría de los dos demonios, pero en una versión “recargada”. Este pensamiento, expresado muchas veces como “memoria completa”, se propone ahora una demonización de la militancia, la destrucción de los símbolos construidos en la lucha contra la impunidad (los pañuelos blancos, la cifra de los 30 000) y una homologación y condena abstracta de la “violencia” que busca igualar a torturadores y asesinos con los miembros de movimientos políticos, sindicatos, asociaciones barriales o estudiantiles que deseaban una sociedad más justa e igualitaria. Los objetivos principales que se persiguen son la suspensión de los juicios de lesa humanidad, la reducción de las condenas o la libertad de los represores condenados y la re legitimación de la violencia represiva en el presente.
Daniel Feierstein recorre las características de estas nuevas interpretaciones y sus similitudes y diferencias con la versión original de la teoría de los dos demonios, pero también los errores no forzados y las respuestas fallidas del campo popular que facilitaron su emergencia y colaboran en su actual difusión y crecimiento.
Este libro es un intento de alertar sobre un riesgo. Desde 1983 a la fecha, por primera vez existe la posibilidad de que se lleven a cabo retrocesos en las disputas por el sentido del pasado represivo. Feierstein destaca que estas disputas siempre tienen efectos en el presente, de ahí que revisar críticamente los modos de interpretar nuestro pasado se vuelve una obligación política y una herramienta fundamental para construir cualquier respuesta efectiva.

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