El acto político de narrar: se presentó la colección «Escribirte en la historia»

El jueves 21 de junio se presentó el proyecto Escribirte en la historia, una iniciativa del Centro de Estudios del Museo que busca indagar y difundir las consecuencias que produce en las comunidades locales la violencia de Estado en su manifestación más letal. Se dio a conocer el primer fascículo de una colección de diez, escrito por Sonia Tessa, correspondiente a la historia de vida de Carlos Godoy, quien fue asesinado por la policía en 2015, en el barrio Empalme Graneros de Rosario.

El acto político de narrar

Por Agustina Tamagno

¿Cuáles son las condiciones para que un hecho quede registrado en la memoria colectiva como traumático?, ¿qué ocurre con las personas asesinadas por las fuerzas de seguridad en democracia?, ¿de qué modo queda inscripta la violencia institucional hoy?. La memoria, esa especie de historia sin burocracia, se vuelve el modo fundamental de tener presente la violencia ejercida desde el Estado en tiempos de democracia.

Escribirte en la historia intenta dar respuestas a estas preguntas, otorgando un lugar, con su nombre y apellido, a asesinados por la violencia institucional. Es un proyecto que se propone interpelar a un colectivo mucho mayor que sólo a los familiares de las víctimas, para que los sucesos trasciendan el vínculo parental y se hagan carne de todo el tejido social. Rescata, de alguna manera, un concepto del ensayista Luis Gusmán: el derecho a la muerte escrita, garantizándolo y utilizando como voz principal a los familiares y amigos. Al ponerse en duda la categoría de víctima, las dificultades judiciales son constitutivas del relato.

Esta serie de fascículos estarán alojados en el mismo lugar donde se encuentran los archivos de los desaparecidos en la dictadura. Hay una convivencia material. Darle lugar a estas historias, que no tienen que ver directamente, se plantea como un enorme gesto. El equipo de trabajo buscó unir algunos nudos conceptuales para poder armar una política pública que permita apuntalar la idea de que hay una víctima, siendo que hoy esa categoría está en disputa.

El valor de las palabras se vuelve sustancial. Encontrar e instituir el modo de nombrar correcto es uno de los objetivos: no fue un ajuste de cuentas, fue un asesinato; no eran “soldaditos”, eran jóvenes reunidos; no andaba en “algo raro”, venía de trabajar. No obstante, el eje no es la inocencia de las víctimas sino el uso de la violencia estatal excesiva. La narración aparece como el medio más propicio debido a la potencialidad de ser un acto político: volver a contar, a veces, es contar por primera vez. Se buscó un modo de decir que trascienda fronteras para darle lugar a aquellas historias marginales. Poner en discusión cómo se escribe la muerte en Rosario, e instalar un contra-decir, que en realidad es la versión en primera persona, la versión de la familia.

Suele plantarse la pregunta de si las personas asesinadas en casos de gatillo fácil son equiparables a las asesinadas en los 70’. En la dictadura hubo un plan sistemático que recaía sobre un colectivo puntual, fácilmente reconocible. Había razones políticas. Una respuesta posible, a modo de hipótesis, puede ser que entre las víctimas de gatillo fácil en democracia no existe ese denominador común. Aunque, sí, la cuestión de clase se vuelve un señalador importante: los sectores populares son hoy los que sufren la violencia del Estado.

Politizar estas muertes, que no son intrínsecamente políticas, implica poner en serie, implica poner de manifiesto que aunque alguien esté robando no es válido el fusilamiento. Así, el Museo de la Memoria toma el rol de tercero que interpela como instancia para sortear la soledad de las familias. El Museo, contando la historia de asesinados por las fuerzas de seguridad en situación de indefensión, con nombre y apellido, está muy lejos de ser una tarea burocrática. Es el acto político de nombrar, de tomar posición, de dar sentido y clausurar otros, leyendo sin ingenuidades.

Entonces hay una cuestión paradójica: es el Estado el que lesiona fuertemente el tejido social y es el Estado el que está tratando de subsanar. Y más allá de la sanción social, la sanción judicial, tarde o temprano, es necesaria. Sólo el Estado puede curar lo que él mismo dañó.

Los ejemplares de la primera entrega de la colección de fascículos Escribirte en la historia, que corresponde a la historia de Carlos Godoy, podrán ser consultados en diversas bibliotecas y espacios de lectura de la ciudad. El listado de las mismas se publicará a la brevedad.

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