Vivir una vida feminista
de Sara Ahmed. Buenos Aires, Caja negra, 2021. 472 p.
El feminismo es un trabajo que se hace en casa, sea cual sea tu casa; tu hogar, tu universidad, tu ámbito laboral, tu comunidad, tu grupo de amistades.
En Vivir una vida feminista Ahmed identifica dos figuras que le sirven para profundizar su análisis en términos afectivos y políticos, y que son fundamentales para reflexionar sobre el rol del feminismo en Latinoamérica. La primera es la del “extraño peligroso”: una noción que supone que la violencia siempre viene del afuera y no de lo familiar, y que divide, con su fuerza disciplinadora, a los sujetos “sospechosos” de las mujeres educadas para ser cautas y asustadizas. Como autora marrón, mestiza, y de clase media, Ahmed supo estar de los dos lados: desde allí señala que las narrativas con las que nos criaron están fundadas en imaginarios sexistas y racistas, ante los que debemos estar alertas para procurar no ser cooptadas por las derechas y el punitivismo. La otra figura es la “feminista aguafiestas”, que cuestiona a quienes están a gusto en un mundo plagado de injusticias y con la que Ahmed indica que la resistencia es posible y poderosa. Ser una aguafiestas no es fácil; pagamos costos económicos, laborales, políticos e incluso afectivos por ponernos en ese rol, pero como feministas estamos dispuestas a ser las que se niegan a reconciliarse y a olvidar lo que es inolvidable. Las feministas aguafiestas se rompen, y romperse para Ahmed es mucho más que dejarse romper: el concepto clave del “quiebre feminista” se refiere a esas rupturas que nos fortalecen y nos sensibilizan, un resquebrajamiento que nos hiere pero también nos da la certeza de que estamos arrojadas a un mundo, mezcladas con lo vivo. Vivir una vida feminista se trata de habitar esa paradoja: la dificultad de estar en contacto con un mundo que nos duele y la esperanza infeliz de, justamente por eso, poder transformarlo.