Exhuman los restos de Allende en Chile para aclarar su muerte

Serán sometidos a una autopsia, porque se duda de la versión del suicidio.

Compañía. La senadora e hija de Allende, Isabel, ayer en la exhumación.

Diario Clarín - 24/05/2011

Por Mónica González, corresponsal en Santiago de Chile.

Los restos de Salvador Allende volvieron ayer a transitar por las calles de Santiago, pero esta vez para cumplir con una cita con la historia inexplicablemente pendiente desde su trágica muerte el día del Golpe de Estado, hace ya casi 38 años: determinar si el cadáver corresponde al del ex mandatario y si efectivamente Allende se suicidó, solo, y con su fusil AK-47. La orden la dio el ministro Mario Carroza, luego de que en enero pasado se acogiera la demanda de investigar la verdadera causa de su muerte. La primera diligencia fue un análisis de la autopsia que le practicaron cuando La Moneda aún estaba en llamas por el bombardeo golpista.

La autopsia y los informes de los peritos policiales en el Salón Independencia de La Moneda, allí donde quedó su cuerpo a segundos de que se iniciara el asalto final, permanecieron ocultos por los militares hasta el año 2000, cuando esta corresponsal los publicó. Pero nunca antes habían sido analizados por peritos competentes. Y fue entonces que surgieron las primeras “discordancias” que alimentaron la expectativa y pusieron sobre la mesa todas las dudas y fantasmas que han rondado sobre su muerte desde el día en que la historia de Chile se partió en dos.

La más importante se refiere a la trayectoria del disparo en su cabeza que figura en la autopsia y los impactos encontrados en el lugar, según los informes policiales. Y cuántas son las balas que salieron del fusil AK-47 y que le provocaron la muerte. Un fusil que nunca más apareció, el mismo que Allende llevaba en sus manos y que le regaló Fidel Castro. El arma con la que combatió esa mañana y con la que habría terminado suicidándose.

La duda no es banal. Porque desde que su muerte fue aceptada por todos como suicidio, después de que fuera desmentida por su familia la información emanada desde Cuba de que había sido asesinado, el fantasma de que fue un crimen o que fue asistido en su suicidio, ha rondado sin tregua.

Pero también emergió una duda más macabra. Una que estremeció a todos. Y ella es si efectivamente los restos que fueron enterrados en esa tumba del Cementerio General de Santiago, el 4 de septiembre de 1990, son los de Allende .

La clave la entregaron los sobrevivientes de los aproximadamente 50 partidarios que se quedaron junto a él luego de que Allende le ordenara a muchos salir minutos antes del bombardeo. Entre ellos, sus dos hijas, la actual senadora Isabel, y Beatriz, quien se suicidó años después en La Habana.

Sus relatos fueron determinantes para establecer lo que Allende hizo poco después de que entregara su último mensaje a los chilenos a través de Radio Magallanes, la única emisora leal que aún no habían podido acallar los golpistas.

“¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente”, fueron algunas de esas palabras registradas en la memoria colectiva.

Segundos antes de que las tropas iniciaran el asalto y con La Moneda ardiendo por el bombardeo, Allende se despidió uno a uno de sus colaboradores en la escalera de la puerta lateral que da a la calle Morandé para luego entrar al salón Independencia. Dos disparos secos sin estampida, escuchó el policía Basaure. “Escuché la voz del Presidente que dijo fuerte: ‘Allende no se rinde’, y de inmediato, dos o tres balazos, El médico (Patricio Guijón) dijo: ‘El doctor se mató’, entró en el despacho y, desde mi posición, vi al Presidente sentado, con la cabeza hacia atrás y el casco botado. Había sangre en el muro”, dijo el policía David Garido.

Pasada las cinco de la tarde, su cadáver fue sacado de La Moneda envuelto en un chamanto boliviano y llevado en una ambulancia hasta el Hospital Militar, donde le practicaron la autopsia. A la mañana siguiente sería llevado hasta el Cementerio Santa Inés en Valparaíso, para ser enterrado casi clandestino. Su viuda pidió que le mostraran su rostro. No se lo permitieron. Diecisiete años más tarde, recuperada la democracia, en agosto de 1990, sus restos fueron sacados para ser llevados a Santiago donde se le hizo el masivo funeral largamente esperado. Pero no se analizaron sus restos.

Así, a las 7.30 de la mañana de ayer, los peritos chilenos y extranjeros exhumaron sus restos para llevarlos al Servicio Médico Legal donde la primera pericia será el examen de ADN. Dos de sus hijas presenciaron la diligencia. El testigo clave de su suicidio, Patricio Guijón, médico personal de Allende y quien se quedó junto a su cuerpo, pasó la mañana en su casa en Putú, a cientos de kilómetros. En Santiago, los policías que lo custodiaban y que aún viven, se reunieron. “No fuimos capaces de defenderlo contra él mismo. Nunca me lo perdonaré”, dijo su jefe Juan Seoane a Clarín .

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