La dictadura, con ojos de niño

La clandestinidad en medio de una dictadura deja poco espacio para los momentos distendidos. Benjamín Avila, que ya se había lucido en el documental "Nietos" estrena "Infancia clandestina"...

Natalia Oreiro es la protagonista del filme autobiográfico de Benjamín Avila que se estrena hoy en Rosario.

Diario La Capital - 04/10/2012

La clandestinidad en medio de una dictadura deja poco espacio para los momentos distendidos. Benjamín Avila, que ya se había lucido en el documental "Nietos" estrena "Infancia clandestina", que se verá desde hoy en los cines de Rosario, con el fin de mostrar el costado más cotidiano de su niñez en los tiempos de represión militar.

 "Esta película viene a plantear una visión completamente humana del tema de la dictadura", dijo el director, hijo de una madre desaparecida, en referencia a su ópera prima de ficción, que contará con las presencias estelares de Natalia Oreiro (ver aparte) y Ernesto Alterio. El filme fue elegido para representar a Argentina ante los Oscar. Y podría integrar el grupo de candidatas a mejor película en lengua extranjera según la Academia de Hollywood.

 —¿Cuál es el costado autobiográfico de "Infancia clandestina"?

 —Mirá, la película está basada en mi infancia y en la de mis hermanos, no es estrictamente autobiográfica, en el sentido que no es literalmente lo que ocurrió, pero hay muchas cosas que tomamos para poder construir la historia. Mi mamá está desaparecida desde el 13 de octubre del 79, uno de mis hermanos es uno de los 106 nietos recuperados por las Abuelas de Plaza de mayo, así que la historia está contada desde adentro en serio, y no desde el lugar del reclamo ni de la culpa, sino desde el lugar del cotidiano, de volver a traer ese cotidiano real que teníamos en la clandestinidad.

 —¿Ese espacio cotidiano era más común de lo que se imagina?

 —Hay una construcción inevitable y comprensible de que en la época de la dictadura estaban todos detrás de la puerta, cagados de miedo, esperando que los vengan a cagar a tiros. Y eso fue parte de lo que se vivió, pero no fue lo único que sucedió. También la gente que militaba, y que estaba comprometida y clandestina, tenía una conciencia y vitalidad muy grande, y también había un cotidiano. Yo lo recuerdo perfectamente por haberlo vivido, de que mi mamá era mi mamá, y cumplía su rol, y yo venía de la escuela y me retaba porque no hacía la tarea, y porque no acomodaba el cuarto, y porque llegaba tarde de jugar al fútbol, y todo eso pasaba en plena clandestinidad. Esto suena raro, porque uno habla de clandestinidad y dictadura, y habla también de estas cosas, pero era así. Eso hace que esta película tenga un elemento más rico y complejo a la hora del debate.

 —¿El cambio de apellidos y las mudanzas, típico de quienes estaban en situación de clandestinidad, lo enfocás en el filme?

 —La película empieza así: ellos vuelven de Cuba a la Argentina cuando están en la contraofensiva montonera del año 79. El protagonista se llama Juan y pasa a llamarse Ernesto. A partir de allí se muestra el mundo externo de Ernesto, con amigos nuevos, el primer amor, etcétera, y el mundo interno de su casa y la familia, eso aparece constantemente en la película.

 —¿"Infancia clandestina" es indispensable para reforzar la memoria popular?

 —Mirá, me gusta ponerlo en otros términos. En Estados Unidos no paran de hacer películas sobre Vietnam, no paran de hacer películas sobre la Guerra de Secesión, no paran de hacer películas sobre lo que pasó con J.F.K., y eso sí, a nadie se les ocurre decir "otra película más". Es muy chauvinista decir que es otra película más de la dictadura, como los españoles dicen otra película más de la Guerra Civil Española, cuando en realidad el cine es una construcción de la memoria histórica de un país. En el cine, la literatura y el arte en general, lo que se construye es una memoria audiovisual, de replanteos, y para repensar la propia historia. Está buenísimo repensar que el cine replantea la dictadura como cualquier otra época histórica de la Argentina. Sí, creo, que hay películas que no aportan ningún punto de vista nuevo.

 —¿Y en dónde hacés la diferencia en tu película?

 —En el el eje cotidiano absoluto y muy vital que tiene un nene de diez, once años. Esa es claramente la visión diferente, no se corre jamás de ese punto de vista, no es un punto de vista donde la gente se vaya a sentir cómoda. Es una película incómoda porque no se sienta en ninguno de los lugares de la disyuntiva histórica. Entonces lo que viene a plantear es una visión completamente humana del tema, y viene a reforzar quizás, en el debate, volver a traer eso. Porque hay conceptos que de tanto repetirlos, debatirlos y por defender una postura, se terminan endureciendo, y se termina perdiendo la referencia inicial, que es el lugar más vital, más humano. Entonces "Infancia clandestina" viene a decir: "Muchachos, no nos olvidemos de ponerle a todo lo que sucedió una dimensión humana y no sólo conceptual, ni política". Se trata de humanizar lo que pasó. Porque muchas veces a la hora del debate final la política se basaba en una cuestión dialéctica, pero no en la implementación cotidiana y humana. Cuando recojamos eso y lo empecemos a entender claramente van a ganar las ideas, porque estoy seguro que al dimensionarlas de nuevo, las ideas avanzan.

 

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