Rosario 12, Domingo 29 de Marzo de 2015

"¿Cuántos muertos estarían acusados?"

La pregunta la formuló Rubén Chababo ante una consulta de Rosario/12 y tras haber participado de la presentación del libro que aborda el caso paradigmático de los años de plomo en Rosario. La tortura, los "quiebres" y un eje delicado de debate.

Rubén Chababo (en el centro) durante la presentación del libro "El Caso Chomicki".

Por José Maggi


"Si Chomicki hubiera muerto se hubiese lavado, purificado, y no estaríamos discutiendo ese pasado. Por eso cabe preguntarse: ¿cuántos de los que tal vez puedan estar en los frisos de la memoria, no hubieran pasado esta prueba que tampoco pasó Chomicki. Cuántos que no están vivos tuvieron actitudes similares?". La pregunta la dispara Rubén Chababo, ex director del Museo de la Memoria de Rosario, en diálogo con Rosario/12 el jueves 26 de marzo, tras la presentación del libro El Caso Chomicki, que aborda la historia del militante montonero que fue acusado por sus propios compañeros por haberlos torturado y secuestrado, pasando a formar parte de la Patota de Feced.

El libro está compuesto por un conjunto de documentos y opiniones sobre los pormenores e implicancias éticas y jurídicas derivadas de la situación del ex militante conocido como el Cady, quien fuera absuelto por el Tribunal Oral Federal Nº 2 de Rosario, por haber cometido los delitos imputados bajo una "situación justificante". Los hechos fueron cometidos en el Centro Clandestino de Detención que funcionó en el Servicio de Informaciones (SI) de la Jefatura de la Unidad Regional II de la Policía de Santa Fe.

La compilación y edición del volumen, publicado por la Editorial Municipal de Rosario estuvo a cargo de Chababo, Viviana Nardoni, Daniel Fernández Lamothe y Eliezer Budassoff. Además de documentos se suman textos de Federico Lorenz, Griselda Tessio, Lucila Edelman, Héctor Schmucler, Marta Bertolino, Oscar Bertone, Gabriela Durruty, Silvana Rabinovich, Gabriela Aguila y Juan Bautista Ritvo, "para que contribuyeran a ampliar el campo de la reflexión" sobre la controvertida cuestión.

Rosario/12 dialogó con Chababo tras la presentación. "Este libro empezó a partir de una discusión que hubo en el Museo en torno al caso Chomicki, (tras una visita de Pilar Calveiro) y como siempre digo siempre me gusta volver al pasado para formularle preguntas, porque entiendo que el pasado tiene muchas enseñanzas para darnos. No creo que el pasado sea diáfano ni que tampoco pueda ser explicado desde visiones maniqueas y polares. Y fundamentalmente porque me interesa la condición humana en condiciones límite, porque creo que en las mismas podemos cometer las cosas más inimaginables.

-¿Cuál es su posición frente al caso Chomicki?

Tal como lo dice Marta Bertolino, hay diferentes grados de colaboración y en este caso quedó absolutamente demostrado más allá que la justicia haya determinado otra cosa, de que esta persona colaboró en el peor de los sentidos, porque lo hizo sobre el cuerpo, el sufrimiento y el alma de su compañeros, y con absoluta convicción, a diferencia de otras personas. En este sentido Griselda Tessio explicó que la situación extrema transforma u obliga o hace que cometamos actos que después pueden ser evaluados desde una mirada de la ética que lo condene. En el caso de Chomicki, desde antes de caer era alguien que alucinadamente convocaba a sus compañeros. Había algo que hacía ruido en su discursividad, pero también en los gestos dentro del centro clandestino que demuestran que ahí no fue alguien que estuvo quebrado por el aparato del terrorismo de estado, sino que era alguien convencido de lo que estaba haciendo. En este sentido mi alma no esta con él. Ahora en otras ocasiones, he sabido de gente que ha hecho determinada cantidad de cosas, a los que puedo enjuiciar. Es aquel que se ha acostado con un perpetrador, aquel que en situación de tortura delata a sus seres más queridos. No soy yo quien puede juzgar eso.

-¿Chomicki pasó entonces todas las barreras?

-Si, creo que como también dice el Toto (Héctor) Schmucler, Chomicki estaba quebrado antes de entrar. Muchos militantes estaban quebrados antes de caer en las garras represivas. Esta es la tesis de Schmucler, y hay que discutirla, pero hay muchos que ya cayeron quebrados antes del centro clandestino. Ya estaban derrotados, desmoralizados, y esto es algo para pensar. No sólo es el efecto de lo acontecido en las letrinas de la dictadura, sino que había algo detrás. Aclaro: ni yo ni nadie somos quien para enjuiciar ese tipo de situaciones, porque eso sería meterse en la fragilidad del alma humana y la verdad es que creo que podría cometer cosas terribles en situaciones límite. Sin embargo en el caso de Chomicki, este lo hace con convicción, que tampoco es el caso de Charlie Moore de Córdoba, que si bien colabora y delata, cuando lo liberan, denuncia. Creo que hay un rasgo diferencial claro, por eso Moore es el antónimo de Chomicki.

-De lo recopilado en este libro, ¿qué fue lo que más le impactó?

-Me quedo con una frase de Federico Lorenz: si después de todo lo que hizo Chomicki, hubiera muerto, tal vez estaría hoy en los rollos del Museo de la Memoria, junto a todos los nombres que se homenajean todos los 24 de marzo, o estaría en el Parque de la Memoria en el Gran Muro de la Memoria.

-¿Su castigo es haber quedado vivo ?

-Creo que sí, pero también hay que decir que si hubiera muerto se hubiera lavado, se hubiera purificado, y no estaríamos discutiendo ese pasado. Y eso es algo que arroja preguntas: cuántos de los que tal vez puedan estar en los frisos de la memoria, no hubieran pasado esta prueba que tampoco pasó Chomicki. Y esa es una pregunta inquietante, porque hoy lo estamos cuestionando a Chomicki porque está vivo, pero cuántos que no están vivos tal vez tuvieron actitudes similares a Chomicki? Los homenajeamos, saludamos y nos preguntamos por ellos. Esa es la pregunta de Lorenz y a mí me quedó titilando".

Otra de las partícipes de la charla también fue contundente sobre el rol de Chomicki. "Con los elementos y hechos incorporados a la causa, Chomicki es culpable. -¿Por qué no fue condenado entonces?

-Creo que hay una premisa falsa desde donde se parte y que puede verse en un documento de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y que toma como propio la Procuración General, es un poco la parte política de un relato estructurado de héroes y de demonios.

-¿Cuál de los dos es Chomicki?

-Para el relato estructurado desde el gobierno nacional fue una víctima. Tampoco fue un demonio, sino una persona como cualquier otra con una personalidad con tendencia a estas conductas, pero que puesto en una situación concentracionaria, represiva, torturante y controladora de otras personas asumió ese rol, aparentemente con bastante facilidad. La cuestión es que no tenemos que convertir a los represores, a los torturadores a los agentes del terrorismo de estado en monstruos porque así nos eximimos todos. Los que no participamos somos buenas personas, hacemos una divisoria entre el monstruo y el normal. Hitler y Videla no fueron monstruos, sino que fueron hombres comunes con la suma del poder público y la sociedad tiene que repensar eso", razonó Tessio.

En rigor en un documento fechado en junio de 2008 la Procuración General de la Nación a través de la Unidad Fiscal de Coordinación y Seguimiento de causas por violaciones a los derechos humanos fijó posición sobre el juzgamiento de los colaboradores. " En esta reconstrucción de la realidad de los centros clandestinos no pueden dejar de incorporarse los designios de las personas que habían fundado y trabajaban en los centros clandestinos de detención (es decir los represores). Debe tenerse en cuenta que estos eran los creadores de estos lugares, y quienes tomaban allí las decisiones cruciales. Analizados desde el punto de vista de quienes cumplían su cometido en ellos, los CCD eran sitios a los cuales podían ser conducidas personas privadas de la libertad sin orden formal, sitios donde esas personas podían ser apremiadas para conseguir información, que luego serviría para realizar nuevas detenciones y para juzgar la conducta del detenido. Habida cuenta de la cantidad de personas que pasaron por circuitos similares y continúan desaparecidas, no parece aventurado ni original suponer que en la mayoría de los casos ese juicio implicó la muerte. Quizás ahora estemos en mejores condiciones de entender las opciones de supervivencia que se presentaban en el muy acotado abanico de posibilidades de una persona detenida en tales lugares. Intuyendo que su situación eufemismo para su vida pendía de la posibilidad de que dicho juicio le fuera favorable, una de las formas de actuar para acrecentar esa posibilidad era metamorfosearse a imagen y semejanza de su captor juez. El mecanismo se hace todavía más complejo, ya que éste suele advertir esta dinámica y la usa en su favor, permitiendo y alentando esa colaboración, que le simplifica su trabajo".

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