Agencia Sin Cerco, Miércoles 07 de Diciembre de 2016

Fábrica de Ideas: un espacio de reflexión para los jóvenes

Cuando se apagan las luces del Museo de la Memoria, cuando la puerta de ingreso permanece cerrada, cuando el silencio se filtra por las paredes, una escalera al costado, la planta alta, la luz prendida y los murmullos que llegan de lejos dan vida a un espacio que durante siete años presenció lo contrario.

Por Azul Martínez

Es martes y ya comienza a atardecer. Para muchos es hora de emprender el regreso a sus casas después de largas jornadas laborales. Otros prefieren salir a distenderse, correr por los parques, ir a tomar algo a un bar o pasear por peatonal Córdoba mirando de reojo alguna vidriera. Sin embargo, para este grupo de jóvenes que se encuentra reunido en el fondo, en una de las tantas habitaciones del Museo de la Memoria, el trabajo en el taller Fábrica de Ideas recién empieza.
Esta vez no son muchos, el ambiente es más bien íntimo, solo están presentes dos coordinadores, Darío y Santiago, y cuatro jóvenes: Juan, Ezequiel, Joel y Federico. La habitación no tiene un gran equipamiento y tampoco lo necesita, hay una computadora, hojas de cuadernos, afiches, resaltadores y, por supuesto, la mesa con el mate y las galletitas. Con esto ya es suficiente para que los chicos puedan desplegar su mejor herramienta, esa que no se compra: la creatividad.

Un espacio que articula la memoria con los barrios

Fábrica de Ideas es un taller que surgió en el 2013, dentro del Departamento de Articulación Territorial del Museo de la Memoria. En Rosario, es uno de los tantos talleres que conforman el programa Jóvenes y Memoria, proyecto que fue creado por la Comisión de la Memoria de La Plata, un organismo autárquico precedido por el reconocido activista Adolfo Pérez Esquivel. La convocatoria para formar parte del taller es anual y va dirigida a jóvenes de los distintos barrios de la ciudad, pertenecientes a organizaciones sociales: bibliotecas populares, centros de convivencia barrial, fundaciones, entre otras.

La propuesta del Programa es que cada grupo, con el acompañamiento de sus coordinadores, pueda elegir en conjunto una problemática local de su interés para investigar durante el año y con la que puedan realizar un proyecto final. El eje principal está puesto en relacionar la misma con hechos de la historia Argentina, para poder observar vínculos entre ambos, analizar qué situaciones se repiten y sus causas, pero principalmente para hacer uso de esta memoria colectiva que nos construye como sociedad y nos hace ser quienes somos.
Es con los proyectos realizados, que los distintos grupos viajaron el 4 de diciembre al Complejo Turístico Chapadmalal, a un encuentro con miles de jóvenes provenientes de todo el país.
Este año, los integrantes de Fábrica de Ideas decidieron trabajar con los territorios barriales, investigando las problemáticas que los atraviesan. El trabajo trascendió sus propias fronteras y en un afiche dibujaron una línea histórica que, según Darío, usaron para identificar a los grupos que a lo largo del tiempo fueron atacados y perseguidos en nuestro país, víctimas de la violencia que hoy también se hace presente en los barrios y con la cual conviven diariamente. La línea empieza con poblaciones originarias y su masacre en La Campaña del Desierto, seguida por inmigrantes de principio de siglo XX , judíos perseguidos durante el régimen nazi y obreros peronistas, entre otros.
Joel contó que para investigar sobre este tema, una de las cosas que hicieron fue entrevistar a vecinos: “Hacíamos preguntas a gente de nuestro barrio y a otras también. Estuvo bueno porque la gente hablaba, no es que se cerraba. Una de las preguntas era si un barrio era lo mismo que un territorio, después también le preguntamos si hay territorios más seguros que otros y siempre respondían cosas diferentes”. Una de sus entrevistadas fue la criminóloga Eugenia Cozzi, que les contó sobre las estadísticas de muerte en la ciudad. “Nos enteramos que la mayoría de las muertes son de jóvenes que matan a jóvenes en los barrios y casi siempre se da entre personas que se conocen desde antes y no por robos”, dijo Federico.
Al mismo tiempo que contaron las actividades que vinieron realizando durante el año, los chicos se fueron abriendo y dieron su opinión sobre algunos de los sucesos más mediáticos de la ciudad, como por ejemplo las marchas “Rosario Sangra”. Éstas se organizaron en torno a un reclamo de justicia y seguridad después del asesinato de dos jóvenes: Fabricio Zulatto y Nahuel Ciarroca, y en ambas ocasiones finalizaron con una concentración multitudinaria en plaza San Martin, a escasos metro del Museo. “Por un lado, nos parecía bien porque pedían más seguridad, pero también nos pareció mal porque no era una marcha por las cosas que pasamos nosotros”, expresó Federico. Ezequiel, por otro lado, se mostró más molesto: “Marcharon por un pibe rubio del centro y por los pibes de barrio no se mueve nadie”.
Pero si de marchas se trata, hay que recalcar que durante el año se han realizado otras también muy importantes, que se han replicado en todo el país, como modo de lucha y respuesta ante injusticias que siguen repitiéndose día a día. Desde el propio taller han adherido a algunas como el “Ni Una Menos” o a la que se hace todos los 16 de septiembre en homenaje a los estudiantes desaparecidos por la “La Noche de los Lápices”. Incluso por fuera del taller y gracias a la iniciativa de Alejandra, una de sus coordinadoras, algunos de ellos fueron a Córdoba el mes pasado a la “Marcha de la Gorra”, para manifestarse en contra del abuso policial.

Discriminación en la facultad de Derecho

El miércoles 9 de noviembre el Museo de la Memoria no abrió sus puertas ya que había paro de empleados municipales. La fecha del viaje se acercaba y los chicos no tenían muchos encuentros más por delante para terminar la producción. El formato elegido había sido el digital y se habían propuesto hacer un audio para que circule por Whatsapp y un GIF para subirlo a Facebook. Ese día, debían hacer una sesión de fotos para la ilustración de éste último, en donde aparecerían disfrazados de los diferentes grupos que habían identificado en la línea histórica. Fue entonces cuando surgió la idea de ir a la Facultad de Derecho para llevar a cabo la sesión.
Sin embargo, cuando se disponían a entrar al establecimiento, los guardias que estaban en la puerta frenaron su ingreso argumentando que no eran estudiantes de allí. Darío contó que les dijeron que para ingresar necesitaban la autorización de los directivos. Pero explicó que al intentar conseguirla no había nadie para atenderlo, por lo que debió salir y seguir discutiendo hasta que los dejaron pasar. “Nos dijeron que solo nos garantizaban 15 minutos y que después no podían hacerse cargo y nos tenía que sacar. Entonces yo les dije que en 15 minutos íbamos a volver a discutir”.
Al llegar al patio trasero que en ese momento estaba vacío, los chicos relataron que no pudieron tomar casi ninguna foto porque los guardias se quedaron a un costado vigilándolos. “Apenas entramos ya nos seguían como cuatro, que se pusieron atrás de nosotros, estábamos re nerviosos”, contó Joel. Estas actitudes hicieron que entre todos decidieran que no estaban dadas las condiciones para aprovechar el espacio. Ya no había entusiasmo sino solo bronca y tristeza. Antes de irse, Darío fue a hablar para avisar que presentaría una queja al lugar. Los guardias esbozaron distintas respuestas que intentaron justificar su accionar, de entre los cuales Darío resaltó: “¿Quién me garantiza que uno de los chicos no va y le roba a una docente?”.
Algo llamativo fue que, según su relato, había muchos alumnos a esa hora e incluso agrupaciones políticas de las que solicitaron ayuda, pero que en ningún momento intervinieron a su favor. “Me decían ‘sí, tenés razón pero bueno, no le dificultes su trabajo a los compañeros de acá de seguridad’, y en ningún momento nosotros quisimos dificultarles su trabajo o que los echen, solo queríamos entrar a la universidad pública”, expresó Darío, quien mencionó que las únicas agrupaciones que se comunicaron fueron Nuevo Encuentro, que luego de enterarse de lo sucedido sacó un comunicado solidarizándose y denunciando la situación que habían pasado, y el Movimiento Evita, que llamó para proponerles hacer actividades en conjunto.
Por otra parte, en declaraciones que el decano Marcelo Vedrovnik hizo en la radio, primeramente se excusó diciendo que los chicos habían querido ingresar de manera incivilizada. Darío supone que esa información errónea le fue dada por los guardias. “Dijo que entramos a los gritos y con las remeras colgadas al hombro”, contó Joel. No obstante, al reunirse con Viviana Nardoni, la directora del museo, su posicionamiento fue completamente diferente, pidió disculpas en el taller y dijo sentirse muy avergonzado por la situación. Al mismo tiempo, propuso hacer una jornada de reconciliación entre el museo y la facultad. “La palabra reconciliación a nosotros nos pone un poco los pelos de punta, pensando en la temática del museo y algunas ideas de reconciliación que se dieron en la historia, también porque pareciera como si nosotros hubiésemos hecho algo realmente”, comentaron ambos coordinadores.
Más allá de los arrepentimientos y de las formalidades, todos coincidieron en que lo importante es lograr que estas actitudes discriminatorias y prejuiciosas pudieran dejarse de lado, para evitar que ellos mismos u otros chicos sigan acostumbrándose a ser estigmatizados desde el momento que salen de sus casas y se proponen recorrer la ciudad. “Todo lo que pasó nos hizo sentir mal, discriminados, excluidos. ¿Cómo no vamos a poder pasar a un lugar público? Obvio que nos sentimos diferentes”, reflexionó Ezequiel. También Joel, que estuvo ese día, se expresó sobre lo sucedido: “Sentí mucha bronca y ganas de llorar. Después, toda la semana en mi casa estuve todo el día pensando en eso. Me sentí muy discriminado, mientras a nosotros nos tenían ahí, los otros pasaban y encima a la gente le parecía normal porque nadie decía nada”, concluyó.

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