Rosario 12, Lunes 03 de Julio de 2017

Interior. Noche

Foto: Guillermo Turin

 

 

Por Batriz Vignoli

Fragmentos de y sobre Incorporación críptica, tercera muestra del ciclo Presente continuo, en junio y julio en el Museo de la Memoria (Córdoba y Moreno). Curador: Hernán Camoletto; pinturas e instalación: Silvia Gurfein; textos de Beatriz Vignoli con citas de Alicia Kozameh.

 

18 al 19 de enero

 

Estoy con varios grupos de personas adentro de un edificio grande y complejo, con largos pasillos y muchas habitaciones. Cada grupo tiene una misión y todos compartimos un propósito común. Mi grupo somos tres mujeres jóvenes y nuestra misión es disfrazarnos.

 

20 al 21 de enero

 

Estoy con compañeras en un lugar de paso, en grandes habitaciones pintadas de verde azulado claro, dando a un pasillo.

 

30 de abril al 1º de mayo

 

Cuatro mujeres estamos sentadas a la mesa de una cafetería de un aeropuerto. Estoy con Alicia Kozameh y con una amiga suya muy querida, compañera de militancia, que también fue presa política. Al despertar y recordar no me quedará claro si salió con vida, como Alicia, o si la mataron y lo que estaba allí era su alma. Las dos amigas se apuran a terminar de comer sus medialunas porque temen perder el vuelo.

 

20 al 21 de junio

 

En un espacio muy grande, como si hubiese sido una gran tienda (casa Beige o algo así), exponen Chachi Verona y Silvina Buffone. En algún lugar del edificio hay cuadros míos. Es de noche y duermo ahí. Puedo visitar la muestra de Silvina, que está semioculta, no tan visible como la de Chachi. Las obras de Silvina son paños de color de aproximadamente 1 metro cuadrado. No tienen bastidor, cuelgan sueltos.

 

21 de junio

 

Bajo al subsuelo del Museo de la Memoria. Hernán Camoletto y Silvia Gurfein me reconocen y me saludan. Ella está muy concentrada tomando una decisión. ¿Qué va y qué no va en la vitrina? Tres de sus obras son "Sudarios": lienzos sin imprimar y sin derecho ni revés, porque la pintura de un lado drena hacia el otro a través de la trama, y porque Hernán y la gente del Museo mañana al colgarlos los iluminarán al trasluz. Otra de las obras de Silvia es un lienzo suelto sin imprimar más grande, de un metro por medio aproximadamente, donde ella ha pintado el iris azul de un ojo, con la pupila en el centro. Decide darlo vuelta. Sólo se verá la filtración de pintura hacia el revés.

 

Puede ser un ojo, o no; es casi abstracto. El lienzo se extiende horizontal, como un mantel, sobre un pedestal: una mesa rectangular muy baja que no se percibe como mesa sino como el soporte de un ataúd, quizás un pequeño altar. Queda exactamente frente a "Deleuze": otra de sus obras, un círculo rojo sobre un rectángulo dorado, que cuelga en el centro del semicírculo de columnas al fondo. Silvia explica que, debajo del rojo, antes había pintado su propio ojo y luego lo tapó.

 

Miro el ojo yacente y siento que estamos velando la mirada del padre. La muerte del padre es la muerte de una mirada. Caen lágrimas de mis ojos y tardo en darme cuenta. Hernán y yo acompañamos a Silvia al hotel, cruzando la plaza en diagonal. Ella acarrea una valija con rueditas, llena de los libros que trajo pero que decidió no usar en la vitrina. En la vitrina sólo hará círculos de restos de óleo seco, como de ceniza o de sal, sobre las bases de vidrio. El hotel donde dormirá Silvia queda a media cuadra de una marquería que se llama Pentimento.

 

21 al 22 de junio

 

Me comunico con Charly García a través de un pequeño gato de metal del tamaño de una cucaracha, que lo representa a él. El gato por momentos se me echa en el pecho ronroneando y por momentos tengo que rescatarlo para que no se caiga de una cornisa, lo que sería una tragedia.

 

22 de junio

 

Voy a mi clase de Tarot con Pilar, que nos enseña sobre la conexión simbólica entre La Sacerdotisa y El Colgado, lo sagrado y la entrega, y de ahí corro a la inauguración en el Museo de la Memoria. Hay mucha gente. Vino Martha Greiner y me regala tres gatitos de papel que hizo ella. Para mi sorpresa, está Alicia Kozameh, quien no pensaba volar a Rosario desde Los Ángeles pero vino por un problema familiar. La acompañan dos de sus compañeras de militancia y de cárcel política.

 

Viviana Nardoni abre la ronda de discursos. No lo decimos, porque todos los presentes sabemos, que este es un lugar de memoria, porque fue la sede del II Cuerpo de Ejército durante la dictadura, cuando aquí se decidían destinos, prisiones, muertes. En los años '90 y aún después fue un bar de moda; le digo a Hernán que me gusta que haya puesto "Presente continuo" donde entonces decía "Let's Make It Happen".

 

Bajamos al subsuelo. Alrededor de Silvia, en la "cripta" donde están sus obras (espacio que normalmente funciona como auditorio y que originalmente fue proyectado por el arquitecto Ermete De Lorenzi para su padre como templo masón) se hace un círculo de gente en un silencio reverencial, sólo interrumpido por mis llamados desesperados a Alicia.

 

Una ex presa política, que también es artista, me cuenta que las celdas estaban pintadas de azul. Hay compañeras que no quieren volver a ver nada azul, me dice. Ella, en cambio, colecciona cosas azules.

 

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