Rosario 12, Martes 14 de Agosto de 2018

Cuando las obras toman Rosario

“Todas las ciudades guardan para mí una imagen que debo descubrir”, dijo la artista rosarina de reconocimiento internacional. Obras inconclusas, maquetas y sus últimas producciones se reúnen en una exposición hasta el 7 de octubre.

“Bocanada”, nombre de la obra en la entrada del túnel Illia. Imagen: Andrés Macera

“No importa en qué ciudad esté, todas las ciudades guardan para mí una imagen que debo descubrir”, dijo Graciela Sacco (1956 – 2017) a mediados de los años ’90. “Pero ese nomadismo no impide que sienta que hay espacios que son verdaderamente de pertenencia… Rosario es uno de esos sitios y ente sus calles, que no son nada metropolitanas, yo hice y hago también una experiencia urbana que me alimenta fuertemente”.

En 1990, Sacco impulsó desde la Escuela de Bellas Artes (UNR) la Bienal Tomarte, que bajo el lema “Trabajadores del arte toman Rosario” copó la ciudad con una invasión de imágenes; hoy, en su memoria, se reitera algo de aquel gesto, con una muestra diseminada por la ciudad.

Obras que esta artista rosarina de reconocimiento internacional dejó inconclusas, maquetas, pruebas de artista, sus últimas producciones y obra inédita en esta ciudad se reúnen hasta el 7 de octubre en una exposición en su homenaje que se inaugura mañana a las 19 en el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río).

Mágico-Primitiva. Graciela Sacco y Rosario es una muestra que tiene “una parte interior y otra exterior”, como anticipó a Rosario/12 la curadora de la exposición, Belén Ántola, asistente y fiel amiga de Graciela. Además de la muestra en dos de los antiguos túneles ferroviarios que constituyen las galerías del Parque España, Ántola propuso retomar su forma de trabajar usando la ciudad como soporte de su obra. Territorio Sacco es el nombre dado a este conjunto de nuevas recreaciones de las “interferencias urbanas” que Sacco desarrolló en los espacios públicos de diversas ciudades del mundo, Rosario incluida, a partir de los años ’90. Fue una de las pioneras en este género y también en la investigación de la experiencia Tucumán Arde (1968), estudio que llevó a cabo en colaboración con Andrea Sueldo.

Con el retorno de la democracia y junto con sus colegas de la efímera Asociación de Artistas Plásticos (APA), Sacco investigó y difundió el arte de vanguardia y el arte político rosarino de la segunda mitad de los años ’60, tradición en la que basó su búsqueda estética de un lenguaje visual capaz de expresar eficazmente su disenso contra el capitalismo global. Cuando mucho del mundo del arte se decía “posmoderno” y creía superado el devenir histórico, aquella pelirroja de sonrisa indestructible, trajo la lucha de clases al centro del arte mundial. El hambre, la exclusión social, la gente que vive en la calle, el terror al otro, las migraciones forzadas, la educación pública “en peligro de extinción” fueron temas de su producción (más vigente hoy que nunca) décadas antes de llegar a la agenda de los medios. Fue una artista visionaria porque leía el presente. Además, jugando con la polaridad entre la desmaterialización y la materia, desarrolló su propia técnica de reproducción de imágenes de archivo sobre objetos de uso cotidiano: la heliografía, la escritura con luz.

Estos son los lugares públicos “interferidos” de Territorio Sacco. Los ojos tras los visillos de “Esperando a los bárbaros” miran desde el Jardín de los niños del Parque Independencia; “¿Quién fue?”, su último trabajo, se ve en el Museo de la Memoria (Córdoba y Moreno), la Facultad de Humanidades y Artes y el Museo Castagnino. El Museo de la Memoria alberga temporalmente una de sus piezas más emblemáticas, la manifestación sepia impresa sobre un vallado a la que ella tituló “El incendio y las vísperas”; otra de ellas, la imagen espectral del manifestante lanzapiedras designada como “El combate perpetuo”, está en La Toma (Tucumán 1349). La Escuela Municipal de Danzas (Santa Fe 1712) y la Biblioteca Argentina Dr. Juan Álvarez (Roca 731) están señalizadas como “en peligro de extinción”. “Bocanada”, su repetición de bocas abiertas que denuncian el hambre en el mundo, empapela el Parque España, la Toma y la Facultad de Humanidades y Artes (UNR).

La Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario fue donde se conocieron Graciela Sacco y Belén Ántola. “Ella fue mi profesora en primer año en Problemática del arte latinoamericano”, recuerda Belén. La rendí y fui su ayudante de cátedra. Al año siguiente ella me convoca y comienzo a trabajar con ella hasta hoy”.

Belén se detiene en ese “hoy” que le salió solo. Es un silencio digno de respeto. “Hicimos todo juntas: bienales, montajes, el Palacio de Bellas Artes en México, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires…”, sigue Belén con un acento casi extranjero de consonantes que estallan. “Después me voy a vivir a Estados Unidos y todos los días hablábamos de obras, de muestras, de la disposición espacial de las obras, por teléfono, o por Skype. Tenemos una amistad muy profunda”, cuenta y se detiene de nuevo con asombro en su uso del tiempo presente. “Tenemos, sí”, reafirma, intuyendo que curar la muestra continúa aquel diálogo.

“Yo estuve yendo y viniendo y la acompañé en todo su proceso de obra”, evoca Belén. Éramos muy amigas. No era una relación sólo de asistente. El tiempo hizo que las dos congeniáramos. Teníamos un humor muy parecido. Decíamos que entre las dos hacíamos una. Nos mirábamos y ya sabíamos lo que nos queríamos decir; el lenguaje pasaba a segundo plano, de tanto conocimiento y cotidianeidad. Nos preguntaban si éramos pareja y decíamos: ‘No, somos amigas’. ¿No se puede ser incondicional con una amiga? Nos reíamos y al final decíamos: ‘Sí, somos pareja’. Nosotras dos estábamos solas, así que nuestros tiempos coincidían. Nos llevábamos tan bien que eso hacía una diferencia. Todo el tiempo hablando de obra, de arte, de la vida…”.

“Rosario fue su centro, un lugar en el mundo”, escribe la curadora. “Rosario implicaba para ella un todo, donde sus ideas se activaban y cobraban vida. A lo largo de casi cuatro décadas, Graciela Sacco logró construir una obra poderosa y singular, pensada y diseñada gracias a una mirada atenta a los dilemas de su tiempo histórico. En cada una de sus producciones está el mundo, con sus zonas de luz y sus zonas oscuras, y también el asombro que en ella provocaba siempre el sentimiento de estar viva”.

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