Diario La Capital - Señales, Domingo 12 de Diciembre de 2010

El viernes próximo el Museo de la Memoria de Rosario inaugura su sede en Moreno y Córdoba. El director, Rubén Chababo, explica el proyecto y las ideas para una nueva etapa.

El Museo en Señales La Capital

Por Osvaldo Aguirre

Esta fue la sede del Comando del II Cuerpo de Ejército. La esquina de Córdoba y Moreno, frente a la Facultad de Derecho y la Plaza San Martín. Aquí fue donde Leopoldo Galtieri recibió a María del Carmen Luchetti de Bettanin y le dijo que la próxima vez que la detuvieran le pegaría personalmente un tiro en la cabeza. El edificio fue construido por el ingeniero José Spirandelli en 1928. Aquí el mayor Fernando Soria se burlaba de los familiares de desaparecidos. Era el lugar en que se montaba la parodia de los juicios militares a los detenidos durante la dictadura. El punto donde llegaban las movilizaciones de los organismos de derechos humanos. Aquí funcionará el Museo de la Memoria de Rosario.

Rubén Chababo, el director del Museo de la Memoria, tiene que levantar la voz para hacerse escuchar. A su alrededor se escuchan ruidos de sierras, martillos, máquinas. Una obra en reconstrucción. El reacondicionamiento del edificio de Moreno y Córdoba avanzan contra reloj, ya que el viernes de la semana que viene tendrá lugar la inauguración. “Estoy un poco perdido. Es una casa nueva”, dice Chababo, entre el polvo y los escombros.

La planta baja del Museo de la Memoria estará destinada a espacios de muestras permanentes. “Decidimos desarrollar núcleos temáticos y cada núcleo ha sido asignado a un artista diferente para que él lo interprete”, explica Chababo. La piel de la memoria, diseñada por Dante Taparelli, evoca hechos de violencia cometidos por el Estado en América latina. Nos queda la palabra, desarrollado en colaboración con Memoria Abierta, reproduce relatos de sobrevivientes, militantes, familiares de detenidos desaparecidos y protagonistas en la historia de la lucha por los Derechos Humanos en la Argentina, desde Estela Carlotto a Chiche Massa, desde Iván Hernández Larguía a Marcelo de la Torre. Lectores, diseñado por Federico Fernández Salaffia y Lucrecia Moras, invita, a través de la lectura, a la reflexión en torno a la condición humana en situaciones límite. Una instalación, Reconstrucciones, visualiza el tejido concentracionario argentino, con maquetas, estudios topográficos y un video de la artista plástica Julieta Hanono, ex detenida en el Servicio de Informaciones. Ronda, obra de Daniel García, evoca las históricas movilizaciones de las Madres de Plaza de Mayo, con un audio que permite oír relatos y canciones en la voz de las Madres de Rosario. A partir del archivo de imágenes de Abuelas de Plaza de Mayo, Norberto Puzzolo recuerda en Evidencias el trabajo de restitución de la identidad de decenas de niños arrebatados a sus familias biológicas por el aparato represivo. Justicia perseguirás, un video de proyección permanente de Pablo Romano, destaca diez momentos en la historia en la lucha por la verdad y la justicia, desde el juicio a las Juntas a la causa Guerrieri. A través de espejos y acrílicos que reproducen miradas humanas y animales, Entre nosotros, de Graciela Sacco invita a reflexionar en torno a la sociedad y el lugar de los testigos. En el patio, diez columnas giran al roce de la palma de la mano con los nombres de las víctimas del Terrorismo de Estado, un listado que replica el existente en el Parque Nacional de la Memoria ubicado en la ciudad de Buenos Aires. Son los Pilares de la memoria.

“Este espacio es el corazón del Museo”, dice Chababo. Se refiere al Centro de Documentación Rubén Naranjo. Aquí habrá una serie de monitores que desplegarán un devedé “con toda la información sobre dictadura y sociedad”, desarrollado en colaboración con Memoria Abierta. El visitante podrá recorrer los centros clandestinos desde Google Earth y consultar la documentación de los juicios y más de 300 testimonios de sobrevivientes de la represión. “Aquí una pantalla táctil reproduce de manera simultánea y para consulta del usuario información tomada de Human Rights Watch, Amnistía Internacional y otros organismos sobre violaciones a los derechos humanos en el presente”, explica el director. La familia Naranjo donó los archivos del artista, educador y militante por los derechos humanos. El Museo también recibió el archivo de Darwinia Gallichio, madre de la Plaza 25 de Mayo de Rosario.

El Centro de Documentación se articula con la Biblioteca, que con 3500 volúmenes posee el fondo bibliográfico más importante en Argentina sobre derechos humanos, y con el Centro Pedagógico, dirigido a la actividad con las escuelas, un ámbito de notable proyección del Museo. “Otro núcleo tiene que ver con la relación que nosotros pensamos entre el arte contemporáneo y las formas de representación de temáticas dilemáticas. Queremos que aquellos que están trabajando esa temática sigan teniendo en el Museo un lugar donde poder presentar sus producciones, que generalmente son formas de acechar la dificultad de nombrar lo oscuro y lo complejo de ese período”.

En el subsuelo, un grupo de trabajadores acondiciona un auditorio para 150 personas. “Imaginamos que se presentan todo tipo de ensayos, investigaciones, publicaciones vinculadas a la última dictadura. Pero no sólo eso: tenemos el sueño de crear un lugar de reflexión sobre el desafío de las comunidades latinoamericanas al pasar a la democracia después de años de dictadura y de neoliberalismo”. En la planta alta, se trabaja en el acondicionamiento del espacio para las muestras temporarias. La primera será Más que nunca, fotografías de Héctor Rio, Leonardo Vincenti y Matías Sarlo. Desde el patio, Chababo señala una ventana de la planta alta. “Todas las noches, a las 20, una lámpara se iluminará como homenaje a las víctimas de la espera. Es una lámpara que recuerda que a este lugar venían familiares de detenidos-desaparecidos en busca de respuestas por el destino de sus seres queridos”.

“Este lugar va a quedar visualmente como un mojón, un hito para el espacio urbano. Es un lugar de memoria por decisión política, de los organismos, de todos los que lucharon e hicieron posible que quedara como un referente. La idea conceptual del museo, que pensamos con Viviana Nardoni, es que, tomando como base lo que ocurrió durante la última dictadura, se proyecten miradas sobre el presente, se abran los ojos hacia la agenda pendiente en materia de derechos humanos en Argentina y América latina. Lo pensamos como un lugar de polémica, de difusión, debates, de interrogación. Por eso tenemos espacios como las muestras temporarias que van a permitir revitalizar cada tres meses la oferta del Museo. Teniendo como referencia el pasado argentino y la marca traumática que dejó la última dictadura, lo que nos interesa es proyectar una mirada fuertemente universal en torno a la fragilidad de la condición humana. La gente, las sucesivas generaciones, los futuras gestiones, irán construyendo el Museo”, dice Chababo.

—¿Como eligieron los núcleos de las muestras permanentes?

—Había temas insoslayables —responde Chababo, en el patio del Museo—, significativos de la última dictadura: la apropiación de niños, el sistema concentracionario, el movimiento civil de las Madres de Plaza de Mayo...

Una mujer que pasa lo interrumpe desde la calle. Es pelirroja, tiene unos 50 años, lleva anteojos oscuros.

—Hola —dice—. ¿Cuándo inaugura el Museo?

—El 17 de diciembre, a las 19.30.

—Bueno, hasta pronto.

Y sigue caminando por Córdoba, hacia Balcarce.

“El Museo es un lugar que no cierra sino que abre preguntas, interrogaciones. Aquí no construimos una historia militante ni cerrada en sus sentidos. Queremos que quien venga aquí que se vaya con la pregunta y quiera saber más acerca de lo que ocurrió. Sí tomamos posición frente a lo aberrante de un Estado que secuestró, torturó y mató, respecto de la importancia que tuvo un movimiento de derechos humanos, fundamentalmente el de las Madres, y respecto de la condena insoslayable a la apropiación de niños. Pero después hay un territorio de preguntas que el Museo debe habilitar para pensar el pasado reciente, que no es un pasado clausurado en sus significaciones. Hay que escuchar a los historiadores”.

Rubén Chababo asumió como director del Museo de la Memoria por concurso, en 2003. En 1999, por impulso de la primera Comisión Pro Museo, el Concejo Municipal había aprobado la ordenanza de creación de la institución, designando al edificio ubicado en calle Córdoba 2019/2025 como su sede definitiva. Pero recién en marzo de 2010 el municipio tomó posesión del inmueble. “El Museo creció muchísimo. Ha demostrado que puede ser una institución que ofrezca actividades importantes para la comunidad y vinculada con otras instituciones a nivel nacional e internacional. Es el primer museo de la Argentina en ser parte de la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia, una institución que reúne a museos de memoria que trabajan en los sitios donde ocurrieron los hechos. Eso nos ha puesto en diálogo con instituciones que trabajan con temáticas comunes en el seno de comunidades que se resisten a mirar el pasado, porque es un pasado doloroso”.

Rubén Chababo suele distinguir dos tipos de memoria, la literal y la ejemplar. “La literal repite los hechos como si fueran un discurso del oro. La ejemplar vuelve al pasado para extraer lecciones de él y le hace preguntas a ese pasado a riesgo de obtener respuestas que no esperaba escuchar. Ese es un desafío. Y el gran desafío de esta institución es cómo poner en tiempo presente las preguntas. No debiera centrarse exclusivamente en la dictadura: quien pase por estas instalaciones debiera preguntarse qué hacer hoy por el que sufre en el presente, aquí al lado, por el que está en la cárcel lejos de la justicia, por las víctimas de la trata de blancas, por los niños que no tienen qué comer, por los que sufren la violencia policial. Todo fue pensado apostando a la sensibilidad, evitando bajar línea, evitando decir «esto fue así». Porque es mucho más rico y provocador dejar abiertos los interrogantes”.

 

Un núcleo de la identidad colectiva

Sitios tan distantes como Ellis Island, el lugar al que llegaban los inmigrantes en EEUU, las cárceles negreras en Sudáfrica, el gulag de Perm, en la ex Unión Soviética, y el ex campo de concentración de Auschwitz tienen en común ser lugares de memoria, núcleos significativos tanto en lo material como en lo simbólico para la memoria y la identidad colectivas.

El edificio de Moreno y Córdoba responde a esa categoría. “Algunos dicen que estos son los museos de las malas noticias, los que vienen a contar que la condición humana tiene costados luminosos y también costados oscuros”, apunta Rubén Chababo. La importancia de que el Museo de la Memoria tenga su sede en el ex Comando del Ejército, agrega, la tiene el reclamo: “La sociedad, los organismos de derechos humanos, los sobrevivientes, los familiares, visualizaron este espacio, volvieron sensible la esquina de Moreno y Córdoba dentro de todos los lugares posibles de la trama urbana y así se fue construyendo. Porque los lugares se construyen, no están asignados”.

El próximo viernes, el Museo de la Memoria inaugurará así su nueva sede con un gran acto que tendrá como oradores a una Madre de la Plaza 25 de Mayo y al director. Entonces terminará una etapa para la institución y comenzará otra.

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