Diario La Capital - Suplemento Señales, Domingo 02 de Diciembre de 2012

Una conexión íntima

En Cómo enterrar a un padre desaparecido, Sebastián Hacher sigue la búsqueda de Mariana Corral en procura de saber qué pasó con su padre. Presentación en el Museo de la Memoria. Investigación: Sebastián Hacher y una obra escrita en el registro de la crónica.

Por Sebastián Hacher

Cena una tarta de verduras, sale a la calle y camina hasta la antigua Perla del Once. Son cuatro calles que durante el día están llenas de gente que va y viene de la estación de trenes. Por la noche, ese mismo lugar se convierte en un suburbio oscuro.

Se sienta contra la vidriera que da a la avenida Rivadavia, pide un café e intenta imaginar qué rincón eligió su padre para escribirle.

—Trato de establecer —dirá después, en tono académico— un punto de conexión temporal con el acto de escribir la carta.

La historia dice que el 2 de mayo de 1967, diez años antes de que Manolo se sentara en sus mesas, en el baño de ese bar nació el rock argentino. La Balsa, el tema que dos adolescentes compusieron entre mingitorios y un espejo gastado, fue la banda de sonido de la época gracias a dos virtudes: una melodía pegadiza y un estribillo que llamaba a construir una balsa y salir a naufragar. Uno de los compositores, Litto Nebbia, tenía dieciocho años. Al otro le decían Tanguito, andaba por los 21 y cinco años después murió atropellado por un tren.

¿Fue el recuerdo de esa epopeya fundacional lo que empujó a Manolo a sentarse en La Perla a escribir la carta? ¿Había elegido esas mesas porque eran una fábrica de mitos y él quería convertirse en uno para su hija? ¿O La Perla era el único bar de la zona que abría hasta la madrugada y no tenía otra opción que sentarse ahí?

Hace algunos años, los dueños plastificaron los pisos de cerámica, cambiaron las mesas viejas por otras de fórmica negra, pintaron las paredes de color crema y pusieron manteles al tono. El resultado fue un ambiente artificial, mezcla de bar recién armado con bodegón para extranjeros. Una aspiración de restaurar glorias antiguas que a Mariana le suena rancia. No solo por el ambiente de plástico y el olor a desodorante para pisos, sino también por el público estable. Fuera de los parroquianos de paso, los que eligen el bar lo hacen arrastrados por una nostalgia del mismo material que el resto del mobiliario.

En la nueva Perla del Once hay un escenario de madera terciada, una batería que alguien lustra una vez por semana y un cartel con letras plateadas que dice Litto Nebbia en mayúsculas. Nebbia —bigotes entrecanos, melena blanca que nace desde el centro del cráneo— es la estrella de las presentaciones de viernes y sábados a la medianoche.

—La entrada sale cincuenta pesos —le informa un mozo de camisa blanca y corbata—. Pero las veces que viene Litto cuesta veinte pesos más y el salón se llena casi hasta la mitad.

—¿Quiénes son los otros? —pregunta Mariana.

El mozo extiende una postal donde están escritos nombres de varias bandas de rock de hace cuarenta años: Vox Dei, Pajarito Zaguri, La Pesada del Rock and Roll, Alma y Vida. En primer plano hay un corazón de cuerina, un dije con forma de candado y la palabra rock escrita en letras de procesador de textos. En un segundo plano se ve un pentagrama gris y más atrás un músico joven que toca la guitarra con los ojos cerrados.

—Ese es Tanguito —dice.

A medianoche quedan pocos parroquianos: un matrimonio del interior, cuatro turistas brasileras y un grupo de estudiantes de Psicología que preparan un examen.

—En un rato bajamos la persiana —avisa el mozo.

En la vereda hay una jauría de bolsas de nailon que se mueven con el viento. Cada tanto pasan cartoneros, mendigos que simulan no serlo y alguna que otra inmigrante dominicana. La plaza está iluminada por luces amarillo oscuro, casi marrones. En uno de los extremos, los últimos trabajadores hacen fila para subir a los colectivos y volver al Conurbano. Cerca de ellos habla un pastor evangelista. Tiene un megáfono enorme y vocifera la palabra de Dios. Nadie le presta atención.

Mariana vuelve al taller. La excursión al bar no sirvió de mucho. Se concentra en la carta. Mientras la desmembra, siente por primera vez una conexión íntima con su padre. Pega algunas líneas sobre la mesa. Le gusta cómo queda la obra, pero no quiere terminarla. Es una forma, dice, de mantener el diálogo abierto.

De Gálvez a Puerto Iguazú

El libro de Sebastián Hacher, relata la búsqueda de Mariana Corral en procura de reconstruir la historia de su padre, Manuel Corral, nacido en Gálvez, Santa Fe, en 1943, y detenido-desaparecido en 1978, cuando se encontraba en Puerto Iguazú, Misiones. La historia comienza a partir de una carta que dejó escrita el padre y concluye con su entierro en una tumba inventada, a fines de 2011. Hacher (Ciudadela, provincia de Buenos Aires, 1976) fue uno de los fundadores de Indymedia Argentina, actualmente edita el sitio de la red de periodismo policial Cosecha Roja, de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, y publicó los libros Gauchito Gil (2008) y Sangre Salada (2011). Cómo enterrar a un padre desaparecido, publicado por Editorial Marea, se presentará el próximo martes a partir de las 19 en el Museo de la Memoria, Córdoba 2019, con la participación del historiador Diego Roldán.

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