La Capital - Suplemento Señales, Domingo 09 de Diciembre de 2012

El caso Tarnopolsky: ni en el cielo ni en la tierra

En Betina sin aparecer, Daniel Tarnopolsky relata la desgarradora historia de su familia, desaparecida durante la dictadura cívico-militar. Un caso emblemático del terrorismo de Estado.

Los hermanos Betina y Sergio Tarnopolsky.

Por Eliezer Budasoff

El primer vidente que Daniel Tarnopolsky visitó antes de exiliarse en Chile, su destino inicial cuando se fue del país, no figura en su libro Betina sin aparecer. Fue casi al mes de que los militares secuestraran a toda su familia, en julio de 1976. Daniel Tarnopolsky seguía en Buenos Aires y estaba desesperado por saber algo; los compañeros de yoga de su padre lo contactaron con un hombre que tiraba las cartas, y él fue a visitarlo. "No pudo hablarme de mi familia, pero me habló de mí", cuenta ahora, en el hall del hotel, mientras cae la noche sobre Rosario. Todavía recuerda lo que el hombre le dijo: "Vas a cruzar muchos mares, y veo mucha sangre alrededor tuyo". Las dos cosas eran ciertas.

—Pasaron muchos años hasta que logré encontrar videntes que me hablaran de mis padres o de mis hermanos —dice.

La madrugada del 15 de julio de 1976, "un grupo de militares irrumpió en la casa de la familia Tarnopolsky", cuenta la nota preliminar del libro Betina sin aparecer: "Se llevaron a Hugo y a Blanca, padres de tres hijos. Después, con Hugo amenazado a punta de pistola, secuestraron a Betina, la hija menor, que estaba durmiendo en lo de la abuela. Ya tenían con ellos a Sergio Tarnopolsky, el mayor de los hijos, detenido en la misma Esma, donde estaba haciendo la conscripción. Esa madrugada, también secuestraron a Laura, su mujer, en su casa. El único sobreviviente fue Daniel Tarnopolsky. Tenía 18 años y en una noche había perdido a toda su familia. Esta es su historia".

El empeño en borrar a la familia Tarnopolsky de la faz de la tierra, le dirían después a Daniel, era una venganza personal de Jorge El Tigre Acosta. Sergio, hermano mayor de Daniel, ya militaba en la JP cuando le tocó hacer el servicio militar en la Escuela de Mecánica de la Armada, donde cumplió funciones como dragoneante de Acosta. En esa situación, el mayor de los hermanos Tarnopolsky puso —o ayudó a poner— una bomba. Lo descubrieron. El odio de Acosta, agigantado por la traición de su ayudante, cayó sobre toda la familia. La madrugada que perdió a su familia, Daniel se salvó porque no estaba en su casa: hacía poco, los militares habían secuestrado a una prima de su padre, amiga y compañera de militancia de su hermano mayor, Sergio. Su padre le había pedido entonces que se buscara otro lugar donde estar: tenían miedo que fueran a buscar a Sergio y se los llevaran a todos. Betina, que tenía 15 años y militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), fue enviada a vivir a lo de su abuela.

Daniel Tarnopolsky tiene 54 años y es terapeuta psicomotriz, empresario, militante en derechos humanos, cantante lírico. Su nombre ha aparecido en los diarios más de una vez: fue el único que consiguió un fallo favorable contra el dictador Emilio Massera por daños y perjuicios —por la desaparición de su familia— y obtuvo un resarcimiento económico que donó a Abuelas de Plaza de Mayo. Tarnopolsky vino a Rosario para presentar Betina sin aparecer, publicado por primera vez en diciembre de 2011. El libro es, simultáneamente, la historia de la tragedia de su familia —emblemática del terrorismo de Estado— a través de su propia historia de supervivencia y exilio, y el testimonio de una búsqueda increíble, que se interna en una dimensión de la que no se habla, porque vulnera la solemnidad política: la espiritual. En su libro, Tarnopolsky reconstruye lo que entiende que sucedió con su hermana a partir de un trabajo de años, cíclico, con videntes en Francia y en Argentina. Daniel Tarnopolsky sospecha que su hermana está viva.

La llamada

Un gesto mínimo: Daniel Tarnopolsky levanta su brazo izquierdo y se rasca, de modo reflejo, a la altura del hombro derecho, en algún lugar que no está a la vista. Otro: su mirada desciende y se posa en el grabador, o en algún punto que está más adelante, en una de las patas de la mesa ratona que tiene enfrente, en el hall donde estamos sentados, un martes de noviembre al atardecer. Le acabo de preguntar por su hermana Betina, por su hipótesis sobre lo que sucedió con ella. Es la historia de un secuestro dentro de un secuestro, que se reconstruye en el libro con letra cursiva: un recurso mínimo que distingue dos mundos, uno dentro de otro, del mismo modo que ahora, dos gestos mínimos, marcan una apertura imperceptible en la entrevista. Antes de responder, Daniel Tarnopolsky parece haberse replegado hacia su interior.

—Lo de mi hermana fue, primero, a partir de un llamado de mi prima desde El Bolsón, que me hace saber que parecería que hay un alma viva. Luego, en Francia, el vidente que me confirma la teoría de mi prima —comienza a responder.

Los primeros indicios que alimentaron la sospecha de que su hermana estaba viva, cuenta Tarnopolsky, comenzaron en lo que él llama su "segundo exilio". En 1976, después del secuestro de toda su familia, Daniel Tarnopolsky se exilió primero en Chile, de allí se fue Israel y más tarde se fue a vivir a Francia, donde comenzó a reconstruir su vida. Tuvo "dos períodos de exilio", me explica: el primero empezó en el 76 y terminó cuando Alfonsín era presidente, en 1984, que fue cuando él regresó al país. "Luego tuve un segundo período de exilio voluntario, pero yo lo considero exilio porque fue después del alzamiento de la Semana Santa del 87, cuando decidí que me tenía que ir de vuelta, que no soportaba vivir en Argentina".

—¿Por el miedo?

— Sí, el terror. No era miedo, era terror. Yo dije: esta democracia se va para atrás, vuelve todo. Fue intolerable. El alzamiento, y sobre todo la marcha atrás de la democracia, lo que yo sentía como debilidad de la democracia, la bajada de pantalones, la rendición. Entonces yo me fui de vuelta, por decisión personal, en el 88, y me quedé afuera hasta 2002.

A finales de 1998, Daniel Tarnopolsky recibió en París una llamada de su prima Lila (así es como la llama en el libro), que hace años vivía en El Bolsón. "Te voy a comentar algo que te puede resultar extraño, pero te lo tiro", le dijo, y comenzó a contarle: Lila había llamado a un "desmagnetizador" porque tenía pesadillas y percibía ondas negativas en su casa, y cuando el hombre —Roberto— se puso a trabajar, de pronto, le dijo que había "cinco espíritus que estaban presentes". Eran, le explicó Lila desde El Bolsón, los espíritus de sus padres y hermanos que querían comunicarse con él. Su prima entonces se puso a trabajar con Roberto para comunicarse con los espíritus, y tenía algo más para contarle, "algo medio terrible o increíble", le anticipó: "Lo que quieren decir es que tal vez no estén todos muertos". Así comenzó todo.

Al principio, ese fue el único indicio que tuvieron, relata Tarnopolsky en el libro. Después, las comunicaciones entre París y El Bolsón se repitieron. Su prima, que había seguido trabajando con Roberto, le dijo que aparecía el nombre de Betina, y otros indicios sobre su situación, aunque todo era muy confuso. Daniel Tarnopolsky terminó por pedirle a su prima que siguiera con el tema por su cuenta, que lo mantuviese al tanto, pero que lo dejara afuera: él quería creer, pero la posibilidad de que su hermana estuviese viva después de 23 años era demasiado para su salud mental. Durante meses no pasó nada. En 2001, Daniel Tarnopolsky fue a visitar a un vidente francés que le había recomendado su prima. Era el autor del libro Karine. El vuelo de la mariposa, donde se relata la experiencia de una madre que, a través de la "escritura automática", se comunica con su hija fallecida.

—Yo voy a ver al vidente con una gran foto, que es la foto de la familia, donde estamos todos en el casamiento de mi hermano, en mayo del 75. A propósito, cuando voy a verlo, no le cuento nada. Le pongo la foto, y le digo: "en Argentina hubo una especie de guerra, hubo mucha gente desaparecida. Y yo perdí contacto con gran parte de mi familia por esta situación. Necesitaría saber si están vivos, si están muertos, o qué". El vidente empieza a trabajar la foto, y va señalando los que según él están vivos y muertos. Cuando pasa por la cara de mi hermana, la nombra viva, y sigue. Yo le pido si puede volver a repetir. El me mira como diciendo: "¿Pero qué te pasa?" Vuelve a repetir, y el resultado es el mismo. "¿Cómo sabe usted si están vivos o muertos?", le pregunto. "Porque las imágenes de los vivos están cálidas, y las imágenes de los muertos son frías". Yo le digo: "Mire, está todo bien, salvo esta persona (por Betina), que no puede ser que esté viva". "¿Por qué no puede ser?". "Bueno, porque ella fue secuestrada con todos estos, y tiene que estar muerta, como todos estos". Ahí le expliqué lo que había sucedido. "No, ella no está muerta", me dijo. No llegó a poder decirme lo que había pasado en ese momento, pero me dijo: "Está viva, es todo lo que te puedo decir". Y también me dijo: "No la vas a encontrar nunca. Está en su karma, en su historia espiritual, ya no es tu hermana, su vida de acá de la tierra ya fue, es otra cosa, no la vas a encontrar". Y yo le dije: "Entonces, ¿para qué me lo hace saber?". El me dice: "Tampoco te puedo decir, pero está viva, es todo lo que te puedo decir". Coincidía con lo que me había dicho mi prima. Además, me empezó a hablar de un montón de cosas que no tenía manera de saber. O bien lee mi mente muy profundamente, pensé, o bien algo de esto existe. Por más que yo siempre había soñado con que existiera algo de todo eso, para mí era como decir: "Bueno, me gusta jugar con la idea de que tal vez las almas existen". Luego de ver a este hombre, yo me empecé a decir: "Las almas existen, acá hay algo que va más allá de la realidad, no solamente fue un deseo mío de toda mi vida, sino que hay algo que existe en otro lado".

Daniel Tarnopolsky ya era místico antes de ser un sobreviviente, me da a entender, cuando le pregunto por el origen de su misticismo. De cualquier modo, su historia de búsqueda a través de lo espiritual es la historia de mucha gente, asegura, aunque eso siempre se mantuvo sotto voce, en secreto, porque culturalmente era contradictorio, y más entre los familiares de militantes políticos: estaba mal visto. "Lo importante era la lucha armada y la revolución", dice.

—Yo había tenido siempre una visión espiritual del mundo, desde chiquito. Es algo con lo cual nací, y con los años me di cuenta que mi padre también la tenía. Cuando pasó lo que pasó con mi familia, yo, muy naturalmente, fui a buscar hacia otras fuentes, porque las fuentes materiales lo único que me decían es: nada. No había manera de saber qué había pasado. Muchos años después empezamos a saber lo que había pasado. Al principio, se esfumaron: se los tragó la tierra. Unos tipos vinieron a la noche, se los llevaron, y se acabó. Era muy terrible. Era la nada. Pasaron muchos años hasta que empezamos a entender, a comprender y a armar el rompecabezas.

En 2002, Tarnopolsky volvió a vivir a la Argentina, y tuvo un tercer indicio sobre la historia posible de su hermana Betina, el que le permitió terminar de armar su propio rompecabezas y escribir su libro "como quien tira una botella al mar", con el anhelo de encontrarla. Esta vez, las noticias le llegaron de la mano de un amigo de La Pampa, abogado y docente, que había conocido a través de Abuelas de Plaza de Mayo.

—Un día me llama por teléfono y me dice: hay una mujer, la esposa de un colega mío, que tiene percepciones extrañas, y necesita comunicarse con vos, porque ella percibe cosas en un idioma raro, que ella pensaba que era griego, y yo creo que es hebreo.

Lo que Paloma había recibido, cuenta Tarnopolsky en el libro, era hebreo, "por supuesto". Y el segundo mensaje en hebreo, eran los nombres de sus familiares desaparecidos, organizados de un modo específico: todos los nombres alineados de un lado, y aparte, del otro lado de una línea ondulada, el nombre de su hermana Betina en diminutivo.

—Así fue como empezamos con Paloma. Entonces yo rearmé todo lo que está en cursiva en el libro, a través de lo que Paloma me transmitió: Paloma revivió prácticamente el cautiverio de mi hermana, el calvario de mi hermana, pero mientras yo escribía surgían otras cosas. Cuando yo empecé a escribir el libro, ya el trabajo con Paloma estaba como cerrado.

A partir del intercambio con la vidente de La Pampa, Daniel Tarnopolsky comenzó a construir su hipótesis sobre lo que sucedió con Betina: que fue doblemente secuestrada por un torturador que se la llevó y la tuvo encerrada en su casa, la violó, la dejó embarazada, y la dañó físicamente de modo tal que tuvo que terminar internada, aún no sabe dónde.

—Esa es mi hipótesis, pero por desgracia no he logrado verificarla. Este personaje que yo en el libro llamo "la bestia", que es el que se la llevó, existe, como yo digo en el libro: el tipo existe, lo que pasa es que en el libro no tengo derecho legal de explicitarlo, no doy su nombre. Lo tengo porque Paloma lo recibió. Y me lo dictó, y me lo hizo buscar. Y yo busqué, y ese tipo existía, y yo pregunté y averigüé y ese tipo existía, y tenía ciertos rasgos específicos que Paloma me había descripto, y los ex detenidos desaparecidos de la Esma lo conocían y sabían quién era, y había estado ahí. Es muy impactante que una mujer te diga: "Mirá, hay un hombre que es así y así y así, se llama así, tiene estas características físicas específicas que son imposibles de olvidar, y es el que se llevó a tu hermana". Cuando yo fui a ver gente y pregunté, me dijeron: "Todo eso es así. Lo único que no te podemos decir es que se llevó a tu hermana, pero todo el resto es así. Legalmente, hasta ahora, no he tenido manera de unificar esta historia con algo de lo que en la Justicia de la tierra me permitiría poder acusarlo. El tipo está preso por otros casos, se lo juzgó el año pasado y se lo va a seguir juzgando ahora por otra cantidad de casos, pero en ningún lado toca el caso de mi familia. No hay ningún testigo que lo junte con el caso de mi familia por ahora.

Una vez que la historia estaba prácticamente armada, por recomendación de su abogada, amiga y cuñada, Daniel Tarnopolsky se reunió con un representante del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels). "No sé cómo hablar del tema. Me van a tratar de loquito, desvariado, pero no importa, tengo demasiados datos", relata en el libro. La información fue tomada con cautela, pero no fue rechazada: eran caminos posibles para investigar.

—Era totalmente verosímil, era totalmente posible que hubiera sucedido con mi hermana algo por el estilo. Siempre la gente me acompañó. Inclusive las Abuelas de Plaza de Mayo. Hace no mucho, Estela de Carlotto me dijo: "Si vos querés, hacemos una investigación específica". Y no me decido. No sé por qué no me decido. Tal vez porque me queda la impronta de lo que me dijo el vidente francés: no la vas a encontrar, no la busques. Yo escribí este libro. Es cierto que a través del libro hay un deseo, hay una esperanza de que en algún momento alguien traiga algo. Respecto a este tipo y mandarle el libro, me parece que estoy esperando tal vez que mis hijos crezcan un poco.

Afuera anochece. Al otro día, Daniel Tarnopolsky presentará su libro en el Museo de la Memoria. Y casi seguro, dice, terminará cantando, como suele hacer cada vez que lo presenta.

El libro

El libro Betina sin aparecer se puede conseguir en el Museo de la Memoria (Córdoba y Moreno) y en las librerías Ross (Córdoba 1347) y Buchín (Entre Ríos 735).

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