El derecho de asilo resucita fantasmas
Diario digital El País - 25/08/2013
Neonazis se manifiestan contra un hogar para solicitantes de asilo en Berlín. / Odd Andersen (AFP)Por Juan Gómez, desde Berlín
La ultraderecha intenta sacar partido en plena campaña de la polémica apertura en Berlín de un centro de acogida para refugiados.
Para llegar a Hellersdorf hay que alejarse, mucho y hacia el este, de cualquier atracción turística de la capital alemana. Es una de las últimas colonias de bloques de viviendas construidas por la República Democrática Alemana (RDA). Tiene grandes parques, avenidas anchas y los característicos plattenbauten del Este alemán: las torres desangeladas de hormigón que se dirían ordenadas según alguna ocurrencia arbitraria.
La manifestación convocada por el Partido Nacional Democrático (NPD), de ideología neonazi, dio al traste con la fiesta del barrio organizada el sábado pasado. Ante los comicios generales del 22 de septiembre, la ultraderecha intenta sacar réditos de la polémica apertura de un centro de acogida de refugiados de regiones en crisis como Afganistán. Las protestas y los episodios violentos registrados desde hace una semana despertaron viejos fantasmas de la Alemania unificada, sacudida hace 20 años por una ola xenófoba y racista cuyo punto álgido fueron los ataques contra un centro de refugiados en la localidad nororiental de Rostock y, en el oeste, el asesinato en Solingen de cinco personas de ascendencia turca. El temor a episodios similares ha hecho de la situación de los refugiados un súbito asunto electoral.
El sábado por la tarde, unos 150 neonazis siguieron la convocatoria del NPD en una de las extensas plazas de Hellersdorf. Buscaban la adhesión de los vecinos “de este precioso barrio” de 75.000 habitantes a través de potentes altavoces. Al otro lado de la plaza y bajo fuerte vigilancia policial, unos 750 contramanifestantes gritaban y pitaban contra el NPD. Las escaramuzas y el nerviosismo se hicieron patentes al principio del acto bajo el sol de agosto. Los nazis formaban, banderas al viento, y el resto de los asistentes se burlaban de ellos con lemas y canciones. Entre ellos, líderes del partido La Izquierda (Die Linke) y de Los Verdes. Die Linke es el partido más votado en la zona.
En las inmediaciones, muchos vecinos se debatían entre la curiosidad y el rechazo. Como Ralf, que con menos de 60 años presenta un hueco entre sus dientes delanteros cuando sonríe. “A mí me han robado ya cuatro veces los árabes de por aquí”, aseguraba antes de lamentar que la manifestación haya cortado el tráfico de tranvías. ¿Por qué no se manifiesta con el NPD, entonces? “Porque esos también me robarían”. Su desinterés político es común en la zona: la participación electoral en el distrito rondó el 63% en 2009, casi ocho puntos menos que en el conjunto de Alemania. Una mujer tatuada que no quiso decir su nombre expresaba simpatías más claras hacia el NPD: “Yo no les he votado nunca, pero esto que nos han hecho aquí con los refugiados demuestra que tienen algo de razón”. ¿Les votarían el 22 de septiembre? Ralf dice que no, ella se lo pensará. El NPD cuenta con representantes en las Cámaras regionales de Sajonia y Mecklemburgo-Pomerania Occidental, pero no tiene la menor expectativa de superar el umbral del 5% necesario para entrar en el Bundestag.
Pero ellos y el partido de derecha populista Pro Deutschland (Por Alemania) monopolizan el debate sobre los refugiados desde que empezó la tensión en el este de Berlín. Los demás se están limitando a reaccionar ante las provocaciones derechistas, influidos por las feas imágenes de vecinos haciendo el saludo nazi e insultando a extranjeros. El presidente de la Comisión de Interior del Parlamento, Wolfgang Bosbach, democristiano como la canciller Angela Merkel, propuso una “reunión de crisis” para debatir posibles soluciones. La organización de defensa de los refugiados Pro Asyl lo rechaza “para no dar una tribuna” a los populistas.
El ministro de Interior de Merkel, el socialcristiano bávaro Hans Peter Friedrich (CSU), calentó los ánimos apenas una semana antes de los enfrentamientos de Hellersdorf: el número de solicitudes de asilo “casi se ha doblado en la primera mitad del año respecto al mismo periodo de 2012”. Friedrich calificó este crecimiento de “alarmante”. Tras los incidentes de esta semana, el ministro acusó a los neonazis de “manchar la imagen de Alemania” y dañar así “a nuestra patria”.
Las autoridades regionales alertaron en julio de que los 30 asilos de refugiados en la capital están “abarrotados”. Arruinada desde hace años, Berlín acoge alrededor del 5% de los refugiados que llegan a Alemania, unos 2.200 en lo que va de 2013. En total viven en Berlín 6.000 de ellos, para quienes se está construyendo otro asilo al noreste de la ciudad. La ley obliga a concentrar a los solicitantes de asilo en centros comunes para facilitar su vigilancia y, dado el nada excepcional caso, agilizar su deportación. Solo unas pocas regiones, como Leverkusen, están probando modelos alternativos a esta reclusión forzosa de los refugiados.
La escalada de violencia ultraderechista de 1993 redundó en el cambio de las leyes alemanas de asilo, ancladas hasta entonces en la Ley Fundamental como uno de los puntales de la Alemania democrática tras la II Guerra Mundial. El debate público se enrareció bajo la fuerte impresión de los ataques racistas. El Partido Socialdemócrata de Alemania pactó con la coalición de centroderecha que presidía Helmut Kohl un cambio constitucional para restringir la admisión de refugiados. Se dijo entonces que la reforma quitaría argumentos a la ultraderecha. El ataque de Solingen se produjo solo tres días después de que el Bundestag recortara el derecho de asilo en la Ley Fundamental alemana. Kohl no fue al funeral por las cinco víctimas. El número de solicitudes de asilo se hundió inmediatamente: las 440.000 solicitudes de 1992 se quedaron en 19.000 en 2007. Empezaron a repuntar en 2008.
Un vigilante privado a la puerta del viejo colegio de Hellersdorf reconvertido ahora en hogar para refugiados explicaba ayer que “todo está muy tranquilo” desde los altercados del martes. Su tarea principal es ahora recoger los regalos que traen vecinos como Kristoff y Cindy: chocolate, mantas, algunos juguetes para los niños. Llega gente así “constantemente, desde que esto salió por televisión”. A diferencia del miércoles, las ventanas con cortinas moradas ya están abiertas. El vigilante augura que todo quedará pronto en calma. Con ella se dormirá de nuevo el debate sobre los refugiados.