Declararon familiares de las víctimas de la represión de diciembre de 2001
Diario Página12 - 15/05/2014
Karina Lamagna, hermana de Diego Lamagna. Imagen: Rafael Yohai«Lo vi muerto por la televisión»
Por Ailín Bullentini
Ante el Tribunal Oral Federal 6, María Arena, Marta Almirón, Karina Lamagna y Marta Márquez contaron cómo murieron sus seres queridos y los años de lucha por llegar a la Justicia. También declaró Martín Galli, quien sobrevivió a un balazo en la cabeza.
María Arena es viuda de Gastón Riva, una de las víctimas fatales de la represión con la que el gobierno de la Alianza se despidió de la Casa Rosada, el 20 de diciembre de 2001, y fue la primera testigo en hablar ayer ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal número 6. “Lamentamos que haya un gran ausente aquí, que se llama Fernando de la Rúa”, denunció en nombre del resto de las mujeres que se expresaron frente a los acusados por la muerte de sus seres queridos y a los representantes de la Justicia, que tardó más de doce años en llegar para juzgarlos. Marta Almirón, madre de Cristian “Petete”; Karina Lamagna, hermana de Diego, y Marta Márquez, viuda de Alberto, resumieron, como María, la vida de sus hombres e intentaron reconstruir la manera en que fueron asesinados. La maratón de testimonios, que se extendió por más de diez horas, contó también con la versión de Martín Galli, el joven que sobrevivió a un balazo en la cabeza. Los acusados, entre los que figuran el ex secretario de Seguridad Enrique Mathov y un puñado de policías –entre ellos los ex jefes Rubén Santos, Raúl Andreozzi y Norberto Gaudiero–, se quedaron sin escuchar la versión de los hechos de la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, una de las madres golpeadas por la Policía Montada aquella tarde, quien no pudo acercarse a Comodoro Py por estar engripada.
María Arena. La mujer comenzó su testimonio con una descripción de su marido: 30 años, de Bajo Flores, motoquero en una mensajería durante el día, delivery de pizza en las noches; papá de tres nenes de 2, 3 y 8 años. Por su trabajo, fue testigo de las movilizaciones del 19 de diciembre de 2001, y por la misma razón regresó a las inmediaciones de Plaza de Mayo al día siguiente. “Como a las 16.30 lo vi muerto por televisión”, recordó su viuda, que lo reconoció por la ropa. Las imágenes fueron reproducidas ayer en el marco de la audiencia. A Gastón lo levantó del suelo una ambulancia del SAME y lo llevó al Hospital Argerich. Llegó muerto.
Arena lo buscó aquella tarde por comisarías y listas de víctimas, pero sólo supo que estaba en el hospital a la noche, por medio del jefe de su marido. Tras la noticia, emprendió una nueva búsqueda para reconstruir lo sucedido. “Me siento bastante liberada de haber podido decir cosas que quienes deben decidir sobre la muerte de mi marido tenían que saber”, reflexionó en diálogo con Página/12. En ese sentido, aunque su declaración haya sido “sólo un paso más”, también la sintió como “una especie de reparación”: “Los jueces tenían que saber todos estos años de búsqueda de justicia en soledad. Nunca me imaginé que podría llegar a pasar tanto tiempo”, apuntó. Si bien no existen acusados del homicidio directo de su marido, la causa por la represión que lo mató la lleva el Centro de Estudios Legales y Sociales.
Antes de afrontar algunas chicanas de las defensas, Arena exigió la presencia en el juicio de De la Rúa, cuyo procesamiento por las muertes y los heridos durante la represión que ordenó entonces está en manos de la Corte.
Karina Lamagna. Aquella mañana del 21 de diciembre, los medios de comunicación también sorprendieron a la hermana de Diego Lamagna –27 años, practicaba deportes extremos con bicicleta–. Esta vez fue Clarín que mostraba al joven “rider” muerto en su tapa. “Me voy”, le había dicho Diego a su mamá el mediodía del 20. “No volvió más”, relató Karina a los jueces del tribunal. También contó que su hermano había ido solo, que no tenía militancia política, pero que “una convicción propia” lo había empujado a salir a la calle aquellos días: “La indignación y el difícil momento que atravesaba mi familia”, añadió. Karina trató de indagar entre los amigos de Diego para reconstruir los pasos de su hermano, para dar con él. Al igual que Arena, visitó el Argerich, en donde le confirmaron la muerte, pero no le devolvieron la ropa de Diego ni sus documentos. Los fue a buscar a la comisaría de La Boca, donde fue maltratada: “Nos hacían burlas a nuestras espaldas y yo no podía contener el llanto porque era mi hermano. Se burlaron de mi hermano”.
Martín Galli y Marta Márquez. Martín y Alberto, el esposo de Marta, cayeron en la misma zona: la Avenida 9 de Julio, su boulevard a la altura de Perón. Por allí también cayó muerto Carlos “Petete” Almirón, cuya madre contó en la audiencia de ayer de sus estudios universitarios en Sociología, de su militancia en el Movimiento 29 de Mayo y en la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi). Sus testimonios fueron “fundamentales”, según valoraron las querellas.
Martín es un sobreviviente de la represión de aquel 20 de diciembre, la bala alojada en su cabeza se lo recordará para siempre. Recibió el impacto mientras descansaba en el boulevard de la 9 de Julio de los gases lacrimógenos que invadían las inmediaciones de la Plaza de Mayo. Había decidido sumarse a la protesta cuando vio por tele la avanzada de la montada sobre las Madres de Plaza de Mayo, pero hasta allí no pudo llegar. Estaba en la avenida cuando vio dos autos y una camioneta que venían desde el sur hacia ellos. “Frenaron, bajaron personas con chalecos de la PFA, apoyaron sus armas en el techo y empezaron a disparar contra noso-tros”, relató. Varios de los ex policías que integran el banquillo de los acusados habrían estado en esos tres vehículos.
El dato de los autos también formó parte del testimonio de Marta, quien se encontraba junto con su marido muy cerca de donde cayó Galli. Cuando Marta vio venir “los autos, uno rojo y uno blanco” hacia ellos, Alberto estaba en otra: un periodista le había confirmado que De la Rúa había renunciado. “Veo que los vehículos vienen, paran y empiezan a disparar. Le grito cuidado a él porque estaba mirando para otro lado. Sentí los tiros en mi nuca”, les contó a los jueces. Alberto, militante justicialista de San Martín, falleció esa tarde, a los 57 años.