Namibia, ¿primer genocidio del siglo XX?
"Salvo por el nombre geográfico, África no existe", decía Ryszard Kapucinski. Y sí, desde Europa, acostumbramos a simplificar su realidad hasta hacerla una y pobre, catastrófica y dependiente. Pero África es un continente: 55 países, mil millones de personas, multiplicidad de mundos, etnias, voces, culturas... África heterogénea y rica contada desde allí y desde aquí. Un blog coral de la mano de Lola Huete Machado.
Patrulla de soldados alemanes en 1906. Fotografía de Walther Dobbertin, en el Deutsches Bundesarchiv.Diario El País - 04/05/2012
Por Aurora Moreno Alcojor (*)
Desde 2006, una pequeña calle a las afueras de Múnich, se denomina “Herero Straße, la calle de los Herero”, nombre que probablemente no les diga nada a sus habitantes, ni al resto de sus conciudadanos, y mucho menos a los lectores españoles que lean estas líneas. Pero tal apelativo esconde una triste, violenta y, sobre todo, oculta historia.
Una historia que podría haber salido del armario hace unas semanas, si el Parlamento alemán no hubiera decidido -tras un debate de apenas media hora-, oponerse a reconocer como genocidio la matanza sistemática que practicó contra diversas tribus de la actual Namibia a principios del siglo XX. ¿Genocidio? Sí, probablemente ésa sería la mejor manera de definirlo, tal y como asegura la experta del Museo de Etnología de Colonia, Larissa Förster: “Fue claramente una orden para eliminar a gente perteneciente a un grupo étnico específico y sólo porque formaban parte de este grupo”.
El Ejecutivo, en cambio, negó la mayor y aceptó sólo una vacua “responsabilidad histórica y moral hacia Namibia”. Es más, en 2004, el gobierno alemán desautorizó las palabras de su ministro de Ayuda al Desarrollo, Heidemarie Wiecaorek-Zeul, quien pidió perdón por las masacres y reconoció la acción como genocidio. Es en cierto modo, un caso parecido al de los británicos en Kenia, del que tan sólo ahora han comenzado los documentos a salir a la luz. Y al igual que Londres, Berlín teme que el reconocimiento conlleve una cascada de peticiones de reparación.
¿Pero qué pasó exactamente entre Alemania y Namibia?
La historia comienza, como tantas otras, alrededor de una mesa de negociaciones en Berlín. Era 1884 y las grandes potencias del momento se repartían el mundo. Al II Reich le fueron adjudicados los actuales Togo, Camerún, un área cerca de la actual Ruanda, y Namibia. De los cuatro, éste último era más grande, estaba relativamente libre de las enfermedades tropicales, y aunque sus tierras eran semidesérticas, se ajustaban perfectamente a la crianza del ganado. Así que Alemania vio en esta zona, a la que pronto llamaría German South West África un Eldorado para su expansión colonial y, sobre todo, para buscar ese ‘espacio vital’ del que ya venía hablando el geógrafo Friedrich Ratzel, preocupado porque miles de alemanes tenían que emigrar del país. Qué mejor solución que la de hacerlo a una ‘segunda Alemania’, conviertiendo el Segundo Reich (1871-1919) en ese gran imperio con el que fantaseaba el Káiser Guillermo II. Era un idílico planteamiento que se encontró con un pequeño problema: las mejores tierras ya estaban ocupadas por tribus locales lo que dificultaba que los colonos se establecieran allí provocando que para 1903, tan sólo unos 4.000 colonos se hubieran asentado en el lugar.
Ante tal situación, el primer gobernador alemán en la zona intentó conseguir las tierras a través de estratagemas más o menos ilícitas: compra, intercambio por baratijas, acuerdos con los líderes influyentes, intento de enfrentar a los clanes…
Pero pronto comenzaron los abusos contra los diferentes grupos tribales del país, igual que lo hacían tantos otros países europeos en territorios colindantes. Abuso contra las mujeres, robo de tierras y ganados, expulsiones forzadas… Fue esto lo que llevó, el 12 de enero de 1904 a la primera rebelión de los guerreros de la tribu Herero, que acabaron con la vida de unos 200 civiles alemanes en unos pocos días. Era un amago de rebelión que Alemania tenía que atajar con mano firme si quería mantener su presencia en el país y la metrópoli mandó a uno de sus guerreros más feroces a suprimir la resistencia. Se trataba del general Lothar von Trotha. Un hombre al que, en 1933, las autoridades Nazis honrarían con una calle en su honor, una pequeña calle a las afueras de Múnich.
Al mando de Von Trotha y con unos 10.000 hombres de apoyo, Alemania respondía seis meses más tarde, el 11 de agosto de 1904, con una contraofensiva brutal que empujó a los Herero a refugiarse en el desierto. Las órdenes de Von Trotha, que contaban con pleno apoyo de las más altas instancias del Gobierno en Berlín, eran claras: “Todos los herero deben abandonar esta tierra. Si se niegan, les obligaré a hacerlo con las armas. Cualquier herero que se encuentre dentro de la ‘frontera’ alemana, con o sin armas, será disparado. No quiero prisioneros”.
Se estima que unas 15.000 personas murieron de sed y hambre. Muchos otros fallecieron a causa de las balas o los colgamientos en masa y, pese a la orden del general Von Trotha, que no quería prisioneros, miles de ellos fueron a parar a campos de concentración donde acabaron sus vidas debido a la mala alimentación, los trabajos forzados y las enfermedades. Las raciones eran mínimas, los malos tratos eran continuos, no existía ninguna tención médica ni higiénica y la expansión de las enfermedades estaba descontrolada.
Pero la peor parte fue quizás que estos primeros campos de concentración se convirtieron en un primigenio ensayo de lo que sucedería más tarde los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Muchas mujeres fueron utilizadas como esclavas sexuales, dando algunas a luz niños de raza mixta sobre los que se llevaron a cabo determinados experimentos con el fin de demostrar que los negros eran inferiores a la raza blanca. Entre las personalidades que visitaron la colonia aquellos años se encontraba el tristemente famoso doctor Eugen Fischer
Para más, durante aquellos años centenares de ojos, cráneos, penes y otras partes del cuerpo fueron arrancadas de los cadáveres, metidas en formol y enviadas a Alemania para el estudio y experimentación con ellos. Restos que no fueron devueltos hasta el pasado septiembre (2011) en una ceremonia que terminó en escándalo cuando la representante de la delegación alemana que viajaba con los restos abandonó el acto tras ser abucheada.
Un estudio muy profundo y detallado, con abundante documentación recogida a través de periódicos, cartas y fotografías, se puede encontrar en el libro The angel of death has descended violently among them: concentration camps and prisoners-of-war in Namibia, 1904-08, publicado en el año 2005 por el Centro de Estudios Africanos de la Universidad de Leiden (Holanda). También trata profusamente el tema el libro: Absolute destruction. Military, Culture and the Practices of war in imperial Germany, de la historiadora Isabel V. Hull.
Por suerte, en Alemania existía ya una incipiente sociedad civil que clamó contra el trato que se estaba dando a los rebeldes y en 1907 las órdenes de Von Trotha fueron canceladas y él mismo enviado de vuelta a casa. Pero para entonces ya era demasiado tarde. Se calcula que antes de la rebelión, los hereros eran entre 80.000 o 100.000 personas. Cuatro años después, quedaban unos 15.000. El 85% de un grupo étnico había sido exterminado por los alemanes. Y no sólo fueron ellos. Durante este tiempo, también la tribu de los Nama se sublevó. Y el general respondió de la misma manera: “O se rinden y se van del área alemana, o serán disparados, hasta su exterminación”. Se calcula que la mitad de los 20.000 miembros de los Nana fueron asesinados, mientras que los otros 9.000 fueron enviados a campos de concentración.
Hoy, ni siquiera en Namibia su historia es realmente estudiada. La colonización duró poco tiempo más, pues tras la IGM Alemania perdió todas sus posesiones en África y el país austral fue puesto bajo la administración de la vecina Sudáfrica, que implantó el sistema de discriminación racial del Apartheid. Asique la independencia real no se produjo hasta 1990 y desde entonces, el Gobierno de Namibia ha estado dominado por la tribu de los Ovambo, que ha demostrado muy poco interés en apoyar las demandas de los Herero y ni tan siquiera ha intentado recuperar la memoria de este pueblo. Quizás tenga algo que ver que Namibia sea el país que más dinero en cooperación recibe de Alemania.
Mientras, los pocos descendientes de la tribu Herero malviven como pueden, algunos en la vecina Botswana, y otros en su tierra natal, muchos de ellos encargándose del ganado en las grandes granjas del país. Granjas generalmente dirigidas por los alrededor de 25.000 colonos de origen alemán que se quedaron con las mejores tierras. Para quien quiera saber más sobre este tema, es muy recomendable este documental de la BBC titulado Genocidio y el II Reich.
(*) Aurora Moreno Alcojor es autora del blog Por fin en África. Otra de sus colaboraciones fue Viaje de vuelta: destino Benín.