Nuestro adiós a Iván Hernández Larguía

Ayer, miércoles 1 de agosto, a los 89 años de edad, falleció Ivan Hernández Larguía, miembro de la Comisión Directiva del Museo de la Memoria. Ivan fue un activo militante de los Derechos Humanos, un infatigable defensor de las causas justas, alguien dispuesto a decir y hacer allí donde fuera necesario.

Iván peléo sin descanso por la recuperación del actual edificio del Museo de la Memoria.

Estuvo entre los primeros integrantes de la Liga por los Derechos del Hombre, fue miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, y junto a la labor docente en el campo de la arquitectura y el patrimonio urbano, desarrolló una actividad que fue intensa hasta el último día de su vida.

Iván amaba la vida por sobre todas las cosas, hacía de la amistad un culto y de la conversación un arte en el que ponía toda su atención. Miraba con ojos sorprendidos lo nuevo y lo viejo, gustaba de viajar, de sentir emociones. En la zona más profunda de su espíritu seguía siendo un niño o un joven.

Ivan construyó una familia que se extendió más allá de lo biológico. Tenía “hijos” y “hermanos” en los pasillos de la Universidad y en casi todos los espacios que recorría. Era correcto en sus formas, duro y tenaz a la hora de decir lo que no le gustaba o con lo que no estaba de acuerdo, y poseía la virtud del equilibrio, la calma y el criterio, valores que aplicaba en los momentos más álgidos, cuando parecía que todo se desmoronaba.

Fue Ivan un hombre que acompañó al Museo desde su génesis. Peleó sin descanso por la recuperación del edificio donde hoy funciona nuestra Institución y nunca se amedrentó ante ninguna adversidad.

En los años de la última dictadura debió exiliarse junto a toda su familia en España, país que le abrió las puertas y donde desplegó el saber que las Universidades argentinas le rechazaban. Regresó unos años después y retomó aquí las labores interrumpidas. Nunca perdió de vista que su misión o su tarea era la de hacer lo que fuera necesario allí donde se lo necesitara.

Detestaba el autoritarismo, las música marcial y la arrogancia de los poderosos.

Su corazón estaba siempre abierto y dispuesto hacia el dolor de los que sufren lo injusto.

Ivan gustaba de los sabores nobles, de las obras de arte, de mirar paisajes y construcciones.

Vestía y andaba por las calles de Rosario con singular elegancia, de bastón y sombrero, con chaqueta de lino, como un dandy que recorre las calles de Londres o París.

Podía ser feliz degustando un buen vino en una vieja fonda o en la sala de un palacio renacentista.

Amaba la música y la naturaleza.

Creía en Dios y en la justicia.

Tenía fe en los hombres.

Se ha ido de nuestro lado alguien necesario y hermoso.

 

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