«Pablo fue finalmente liberado de la mentira»
Tenía dudas sobre su identidad, hace un mes se hizo el análisis de ADN y supo que sus padres eran Ricardo Gaona Paiva y María Rosa Miranda. Fue entregado por un coronel, que se convirtió en su padrino, a una pareja que lo anotó como hijo propio.
“Empezar a sacarse de encima las dudas es el camino para aliviar tanto dolor”, dijeron las AbuelasPor Ailín Bullentini
Desde una habitación contigua a la sala de conferencias de prensa, en la sede de Abuelas de Plaza de Mayo, Pablo Javier escuchó a la presidenta de ese organismo de derechos humanos contar brevemente su historia. Frente a los micrófonos, Estela de Carlotto comunicó con alegría la noticia que se deslizó en algunas páginas de diarios el lunes: que los 35 años de lucha de Abuelas habían dado un nuevo fruto, la recuperación de la identidad del nieto número 106 quien, desde hace tan solo unos días, puede invocar los apellidos de sus padres, aún desaparecidos, Ricardo Gaona Paiva y María Rosa Miranda. “Después de 34 años, Pablo fue finalmente liberado de la mentira”, sentenció la presidenta de Abuelas.
Carlotto fue la voz cantante en la conferencia de prensa que la institución organizó para comunicar la buena nueva y en la que la acompañaron la vicepresidenta de Abuelas, Rosa Roisinblit, y el tío de Pablo, Rigoberto Gaona. También participó el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Martín Fresneda, quien compartió “la inmensa alegría” de recuperar la identidad de otro nieto: “Tenemos otro argentino que cuenta con el pleno goce de sus derechos, por sobre todos el de su identidad y de decidir qué tipo de persona quiere ser”. En ese sentido, Roisinblit remarcó que el encuentro con otro nieto más en el camino de 35 años de esfuerzo y búsqueda “dolorosa y desesperada” de las Abuelas “demuestra que no estábamos equivocadas cuando empezamos como viejas tercas que éramos. Eso nos alienta a seguir”.
Cubriéndoles las espaldas se los vio a varios nietos y nietas que pasaron por el mismo proceso que Pablo Javier y que, de alguna manera, enfrentaron las cámaras y grabadores durante el anuncio en su presentación. Tal vez porque la utilizó para afrontar los días que precedieron a la confirmación de su verdadera identidad, cuando se presentó voluntariamente a Abuelas, se sometió al análisis de ADN y recibió la confirmación de sus sospechas, Pablo Javier sintió que la fuerza no le alcanzaría para mantenerse firme durante la comunicación de la noticia que lo tuvo como protagonista. “Estamos empezando a escarbar en la historia de Pablo Javier, a quien por ahora hay que preservar y cuidar mucho”, confesó Carlotto.
El rearmado de la historia del “nieto 106” comenzó el 29 de junio pasado, cuando por su propia voluntad llevó a Abuelas las dudas que tenía sobre sus padres biológicos. El matrimonio que lo crió le había dicho que era adoptado y que lo habían traído desde Misiones. La versión comenzó a tambalear dentro suyo en 2001 y en 2008 se lo hizo saber a su apropiadora, quien finalmente le confesó la mentira.
“La expectativa institucional era muy grande porque los datos que trajo Pablo y sus dudas eran casi certezas, pero la sangre es la que marca la verdad”, comentó Carlotto sobre el día en que desde el área de Presentación Espontánea del organismo que dirige pusieron al joven en contacto con la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi). Desde allí, vía Banco Nacional de Datos Genéticos, se completó la conexión entre las dudas de Pablo y su verdadero origen.
Los resultados, la “verdad de la sangre”, revelaron, el 1º de agosto pasado, que Pablo Javier era hijo de Ricardo Gaona Paiva, un paraguayo que militó en la Juventud Peronista y en el Ejército Revolucionario del Pueblo, donde había conocido a María Rosa Miranda, su mamá. Las piezas para completar el camino de su identidad, no obstante, son muy pocas aún. Se sabe que “Silvia” era ella para sus compañeros de militancia y que “Jorge” era él. También que en un festejo familiar con la familia de Ricardo por el aniversario de la independencia de Paraguay fue la última vez en la que se los vio con vida. El 14 de mayo de 1978 la pareja y su hijo –el flamante nieto– de tan solo un mes –Pablo Javier nació el 13 de abril de 1978– habían viajado desde la ciudad de Buenos Aires –vivían en un departamento de un edificio en el que Ricardo trabajaba como encargado– a Villa Martelli, donde aún reside la familia paterna y de donde no regresaron nunca.
De la pareja no se sabe destino de detención clandestina ni lugar en donde podrían estar sus restos. No bien fue secuestrado, Pablo Javier fue entregado por un coronel retirado al matrimonio de un primo suyo que lo anotó como hijo propio. Como en otros casos de niños apropiados, el militar que lo entregó, se convirtió en el padrino.
La familia biológica nunca dejó de buscar a Pablo y a sus padres. La abuela paterna, Justa Paiva de Gaona, denunció la desaparición de su hijo, su nuera y su nieto. Hasta la semana pasada, nada supo. “Mi madre está feliz, aunque un poco alterada y cansada. Pero está muy feliz como lo estamos todos. Tenemos entre nosotros al primer nieto y sobrino que llegó a la familia. Ya tendremos tiempo de abrazarlo y de cuidarlo”, expresó Rigoberto Gaona.
Desde los primeros días de agosto, entonces, Pablo Javier comenzó a transitar los pasos de aquel camino que le clausuraron, con su verdadera identidad. “Pablo ya conoció a parte de su familia materna y paterna; quiso venir a esta casa. Ya hay una relación muy grande con su realidad y con esta institución y los nietos, que son sus hermanos en esta vida que les tocó vivir. Esto es una garantía de que todo va a ir bien”, mencionó Carlotto y destacó que “el proceso es fuerte, pero los pasos dados hasta ahora fueron positivos”, concluyó Carlotto respecto de lo que se viene.
En el comunicado que Abuelas elaboró para presentar públicamente la recuperación de una nueva identidad robada por los genocidas, a través del Plan Sistemático de robo de bebés durante la última dictadura, reiteraron su convocatoria a “todos los que dudan de su identidad” a que “se animen y se acerquen” a Abuelas para averiguarlo. “Empezar a sacarse de encima las dudas es el camino para aliviar tanto dolor”, apuntaron las Abuelas desde el documento.